jueves, 27 de septiembre de 2012

Crítica de A ROMA CON AMOR, de Woody Allen


Parece que con esta película acaba la aventura europea de Woody Allen, que nos ha llevado de visita a Londres en un juego peligroso y sublime, a Barcelona, acompañados por una mujer histérica e inolvidable, a París, en donde la belleza supuraba melancolía de otros tiempos, y ahora a Roma, la capital italiana.

Woody Allen y Penélope Cruz, lo mejor de la película.
En Roma con amor encontramos al Woody Allen en estado puro, al Woody Allen de siempre, centrado en los problemas amorosos, en los enredos de faldas y pantalones, con personajes histriónicos y algo paranoicos. Una comedia coral que se regodea en el absurdo. Coral coralísima, en estado puro, un ejercicio en el que se comparten planos, se comparten minutos en la pantalla. Eso tiene un punto a su favor: ninguno de los actores está pésimo. También algo en contra: a algunos les falta tiempo para brillar más. Entre las mejores interpretaciones encontramos las del propio Woody Allen, dirigiéndose a sí mismo, interpretando a ese personaje que ha hecho tantas veces ya, y que sabe hacer de maravilla. Y también destaca Penélope Cruz en su papel de prostituta que se ve abocada a entrar en un juego para interpretar a una mujer que no es. Ellos son lo mejorcito de un filme en el que también encontramos a Roberto Benigni, haciendo gala de ese carácter italiano alegre, a Jesse Eisemberg, correcto y soso, a Alec Baldwin, quien nunca debería haber formado parte de este proyecto, por insulso, a Ellen Page, efectiva como siempre, o a Judy Davis, en un papel pequeño pero brillante, entre otros. 

Es una comedia graciosa que consigue entretener en todo momento, hacer reír también. Incluso en los momentos en los que peca de frívola se puede disfrutar. Porque los italianos a veces pecan de esa banalidad y esa superficialidad, forma parte de su gracia, incluso de su encanto. Quizá ahí radique el buen ojo del director para llevar hasta el esperpento a unos personajes que podrían ser más reales de lo que parece. Y es brillante en el choque de idiomas y de culturas. Sería pecado capital verla doblada

A Roma con amor fascinará a los amantes de Woody, pero este Woody, aunque demuestra tener todavía filón, no es el Woody de Annie Hall o de Manhattan. Quizá porque estos pequeños relatos que nos cuenta nunca se entroncan en una única historia sólida, sino que son pequeños entremeses que gustan pero que, o bien te dejan con ganas de más, o bien te cierran el estómago.  

Roma no le ha sentado tan bien al neoyorquino como otras ciudades europeas, quizá esté algo gastado, algo manido, como lo está la propia Europa en la actualidad.  

lunes, 24 de septiembre de 2012

LUGARES QUE NO QUIERO COMPARTIR CON NADIE, de Elvira Lindo


Leí en alguna parte que este libro es, para Elvira Lindo, una especie de diario. Un diario dedicado a Antonio, "porque donde está él está mi casa". No me cabe duda de que así es y por eso no puedo dejar de mostrar mi admiración por sacarse el pudor y hablarnos de ella, de su marido, también de sus hijos, de sus amigos. De las personas que están a su alrededor. Y esta vez no son personajes, como en los Tintos de verano. El tono es tan íntimo y tan sereno que es el lector quien, en ocasiones, siente el pudor. O, mejor dicho, la prudencia con la que se actúa cuando estás en el hogar de una persona a la que conoces, sí, pero con la que no tienes demasiada confianza, al menos al principio. 

Foto: Xavi Menós.
Dicen que Lugares que no quiero compartir con nadie podría ser una guía para recorrer algunos restaurantes o bares de Nueva York. No creo que sea así. Para mí, esos bares no son más que un pretexto para el desahogo de la autora, para volcar sobre las páginas esa sensación de vacío que a veces le ha asaltado allá, para autoconvencerse, quizás, de que esa ciudad se le ha quedado en el corazón. Aunque a veces se haya sentido sola. 

Dicen también que Lugares que no quiero compartir con nadie es un libro gracioso. Elvira Lindo es capaz de conseguir con un estilo depurado empatizar casi siempre con el lector. Tocar su sensibilidad. Y en sus obras es fácil encontrar libros que han despertado la sonrisa, la carcajada incluso. Pero esta vez no. Sí, en alguna ocasión te ríes, como cuando en un bar le preguntaron si era de la familia Kennedy, por la forma de la mandíbula. O cuando se da algún que otro porrazo. Pero el tono es mucho más íntimo, más profundo y más maduro. Es un vaciado de melancolía. "He conseguido disfrutar y padecer un estado continuo de nostalgia que duele y satisface al mismo tiempo", dice la autora en una de las frases. 

Y esa sensación que linda con la tristeza tiene más peso en la obra. No es un libro triste, en absoluto. Pero tiene algunas sentencias que se te pegan a la piel como si de una fina saudade, palpable, se tratara. La autora es capaz de echar la vista atrás y hablar sobre algunos capítulos desagradables de su vida, no excesivamente desagradables, incómodos digamos, y reconoce que "la distancia ayuda a no engolfarse en el dolor". Es verdad, estando aquí, en el lugar del que es uno, lo desagradable adquiere matices diferentes. Desde la distancia, quizás, es como un pellizco más liviano. Y la resignación pasa mejor cuando se bucea, además, entre canciones de antaño. 

Elvira Lindo más madura, más serena. Más acertada. Ha conseguido describir con profunda sencillez -algo tremendamente complicado- esa sensación que me asalta a veces cuando alguien me pregunta a qué me dedico. Y me tiembla un poco el pulso y me cuesta decir que soy escritor, decirlo en alta voz. "Periodista", digo finalmente. Y sé, y espero, que el tiempo, que un escaparate con un libro mío, me dé la potestad para decir que sí, que soy escritor, y rellenar los formularios con esa palabra mágica, sencilla y modesta. He publicado un libro, sí, escribo, sí, pero todavía no puedo vivir de ello.  

Vista de Manhattan, en Marzo de 2010.
Escrito en primera persona, este diario íntimo pasa de un recuerdo a otro, llevándonos de paseo por una ciudad enorme, evocando Madrid a veces, haciendo referencia en alguna ocasión también a la situación de España, a esta crisis desastrosa que está llevando a muchos a querer salir. Y me incluyo en ese "muchos". No sería Nueva York una ciudad que yo elegiría para vivir, pero esa sensación del falso american dream, de esta vida perra y falsa me produjo un nudo en la garganta y se me llenaron los ojos de agua. Ella dice que Nueva York no es la ciudad para acudir. Que no se puede emigrar allí de cualquier manera. Yo digo que nos han engañado, que nos han vendido sueños que eran de cartón. ¿Y ahora qué hacemos? Quizá falte poco ya para que emigremos sin tener nada que perder... Aunque supongo que ella, que vive en la capital del planeta seis meses al año, tiene razón. Yo he estado sólo una vez, durante una semana de vacaciones. 

Y así es como llegamos al final de este paseo, en el que el lector se dará cuenta de que todo era una excusa para hacer una declaración de amor. Hay veces que la frase de un libro consigue resumir con total precisión el momento que vives. Y esa declaración de amor con la que se inicia la obra y con la que se concluye también lo ha conseguido. Cuando ocurre algo así, sin duda, es mágico. Porque mi casa está donde estás tú. 

sábado, 22 de septiembre de 2012

MiniReseñas: La madurez tiene mil caras

Arrugas, de Ignacio Ferreras (***)
Cuando, a principios de 2012, esta película se alzaba con el Premio Goya al Mejor Guión Adaptado, imponiéndose a La piel que habito y La voz dormida, conseguía poner sobre ella toda la atención del público. No era para menos, ya que se trata de una película de animación, y era la primera vez que una película de este tipo era galardonada en esta categoría, y lo hacía, además, a lo grande, por encima del mismísimo Pedro Almodóvar y de Benito Zambrano. 
Lo cierto es que Arrugas es una película dramática sobre el alzheimer, sobre la vida cuando está a punto de acabarse, sobre una nueva realidad a la que un anciano ha de enfrentarse por imposición, la de sus hijos que deciden ingresarle en un geriátrico, ¿o es la imposición de los años? No lo sé, lo que está claro, y lo que es más cruel, es la historia de un anciano que debe enfrentarse a la imposición de la memoria, de una memoria que se difumina.
Consigue hacer reír en ocasiones, sobre todo gracias a ese viejito de acento argentino, y a las otras historias pequeñas. Y no consigue hacer llorar, porque las lágrimas se atascan, de tan cruel que puede llegar a ser la realidad dibujada por Paco Roca.
Una película clara y directa, humilde que, desde la sencillez, te propina toda una patada en el estómago. Y eso duele. 


El exótico hotel Marigold, de John Madden (***)
Los protagonistas en ésta, en comparación con la anterior, sí tienen potestad para decidir dónde quieren vivir. Y eligen India. El exótico hotel Marigold es una película amable, blanca, que baila entre la comedia y el drama, pero sin pasarse: no peca ni de sensiblera ni de excesivamente graciosa, se mantiene en un puesto cómodo, recurriendo a las diferencias culturales y a la vejez para provocar ese estado dulce en el espectador. Una película entretenida, entrañable, con taras, sí, porque no se avergüenza de  volver a caer en ciertos tópicos que pueden resultan manidos, como la turista pedante o el anciano que ha vivido ocultando su homosexualidad toda su vida. Con todo, si se aceptan estos clichés -es fácil hacerlo y disfrutarlos- y sobre todo gracias a un reparto encabezado por la siempre impecable Judi Dench, en el que cada uno de los actores tiene un papel fundamental para el desarrollo de la cinta -con actores menos brillantes no habría pasado del telefilme- El exótico hotel Marigold es una película que se deja ver, que se deja ver y a la que es fácil coger cariño. 



Inmaduros, de Paolo Genovese (**)
Nos la vendieron como el gran éxito de taquilla en Italia. Y allí lo fue, de eso no cabe duda, lo que me ha llevado a anotar en mi libreta mental que no he de fiarme del gusto de los italianos. Porque está claro que cuando casi tres millones de personas van al cine es porque el efecto boca-oreja ha funcionado. Para mayor escarnio, consiguió tres nominaciones a los premios David de Donatello, los más importantes del país, incluidas las categorías de Mejor Director y Mejor Guión. 
En comparación con las dos anteriores, los maduros son los más jóvenes, y también los más inmaduros. Porque, evidentemente, de eso trata, de esta generación de peterpans de treinta y muchos años que no consiguen hacer frente a las situaciones que la vida a esa edad parece reclamar y requerir. Lo malo de la película es su mediocridad, porque el tema podría haber dado mucho de sí, como ocurrió con Pequeñas mentiras sin importancia, que disecciona con acierto esta generación que se niega a crecer. Aquí, en cambio, el guión hace aguas con unos personajes banales con los que no es fácil reconocerse, caricaturizados sin demasiada gracia. 

jueves, 20 de septiembre de 2012

TINTOS DE VERANO, de Elvira Lindo


En este mes dedicado a Elvira Lindo no podían faltar sus tintos de verano, esos tres libros que recopilaban sus artículos de El País, todos juntos y con una portada, que es una manera a lo tonto de sacarse un dinerete extra, como decía la protagonista. 

Escritos con un tono fresco y desenfadado, los libros parecen que son un retrato de su vida íntima y familiar, la de la propia escritora y su marido, el también escritor Antonio Muñoz Molina. Un recurso que resulta totalmente cómico porque el lector puede imaginarse perfectamente a los protagonistas de estas pequeñas historias que tienen lugar en un pueblo de la sierra, un pueblo aburrido donde la pobre protagonista vive y sufre, todo en uno, su verano. No sé si Elvira Lindo lo hizo consciente o inconscientemente, pero lo cierto es que es fácil darse cuenta de que, a pesar de las similitudes, los personajes y las historias, bajo ese marco de realidad, no son más que una caricatura, un disfraz, una ficción. Pero, sinceramente, nos da lo mismo. Nos basta con disfrutar de los tintos, soltar carcajadas, sí, carcajadas y no sonrisas, y nos da igual pensar si lo que se cuenta ha tenido lugar o no en la vida real. Allá cada uno. Porque el objetivo final es divertirse.

Narrados en primera persona por una escritora que "se queja" de no ser muy tomada en serio y de que nunca la invitan a las universidades, algo neurótica, graciosa, a la que le gustaría ser menos simpática, y que sufre diferentes adicciones que pueden ir desde hablar por teléfono durante horas -por el fijo, además- a los All-bran, a los que se entrega con una pasión voraz, como jamás se entregó José Coronado a los Bio. Una mujer que habla sin pudor de su marido, su santo, en el que la complicidad y los enfados y el amor y  las cosas picantitas sobresalen con un tono festivo y animado, a pesar de lo aburrido que es el pueblo... y así da gusto leer, oye. Sobre todo en verano, ¿no? Porque hay gente que realmente necesita esa desconexión, ese stand-by cerebral, esa risa. Que la risa sienta bien siempre. 

El primero y el segundo los leí en 2002 y 2003 respectivamente. El tercero, en cambio, lo terminé hace unos días. Pero la magia ha vuelto a surgir y he conseguido relajarme y reírme. En esta década han cambiado muchas cosas, el tiempo pasa para todos, pero en mi caso, de 2002 a 2012, podría decirse que es la etapa en la que el carácter se forma de manera más sólida, de los 15 a los 25 años. Era un adolescente entonces, soy un adulto ahora. También la situación de España ha cambiado, y eso era lo que más me asustaba, que algunos de esos artículos publicados en pleno festival erótico-festivo de un Estado de bonanza económica me pudieran llegar a resultar ahora obscenos. Pero nada de eso, porque están concebidos para el disfrute, y eso es lo que hay que hacer, disfrutarlos, disfrutar del consumismo al que a veces se abandona la protagonista -ganó incluso un premio por ser la que más gastaba con la tarjeta , disfrutar de sus manías, de sus amigos gays, de su santo, de sus niños que son altísimos e incluso de los perros, uno de los cuales tiene el mismo nombre que uno de sus hermanos: Lolo. De Omar, ese niño que adoptó al matrimonio, y que es de Móstoles, como yo. Y es que Móstoles tiene un gran gancho cómico, no sé por qué...  Y, por supuesto, disfrutar de ella misma. De la protagonista.

Ahora, que estamos en Septiembre, leer estos relatos es un ejercicio de nostalgia, de la nostalgia del buen vivir, del campo, del farniente dulce, del sopor y del mareo que producen unos cuantos tintos de verano, que luego, cuando llega el frío, se echan de menos. Siempre es así, una y otra vez. 

martes, 18 de septiembre de 2012

CINCO HORAS CON MARIO en el Teatro Arlequín de Madrid


Sin saber muy bien por qué, se nos hizo tarde. El tiempo se nos pasó volando y cuando quisimos darnos cuenta estábamos corriendo por la Gran Vía, esquivando a la multitud que paseaba la tarde del domingo. Cuando nos sentamos en la sala, acalorados, estábamos sudando. No tuvimos tiempo de aclimatarnos, pero no hizo falta, ya que fue la actriz Natalia Millán, sola en el escenario, quien, metida en la piel de Carmen Sotillo, Menchu, la que se encargó de llevarnos hasta esa habitación casi en penumbra para velar a su esposo Mario, fallecido a los 49 años. Mario no estaba ya, y sí estaba.  Sí estaba todavía, su cuerpo caliente y sus ideas y su forma de pensar, y su cuerpo enjunto y su mal carácter a veces. ¿Pero cómo no iba a enfadarse si el padre de uno de sus alumnos le llevo un cordero de cuatro kilos? Eso, así lo entendía Mario, es corrupción. Aunque a Menchu no se lo pareciera, aduciendo que al niño Jesús le llevaron queso los pastores y muchos más regalos, y ¿acaso él los rechazó? Pues eso. 

Y para entonces estábamos ya tan dentro de la obra, llevábamos tanto tiempo sonriendo, riéndonos en bajito incluso porque una señora con el pelo canoso estaba muy seria a mi lado, no sé de que pie cojearía. Igual no entendía la obra... En fin, tantos minutos disfrutando del monólogo de Carmen, del monodiálogo diría yo. Porque esa mujer no hablaba sola. Disfruté igual que hace años disfruté con la novela.  Un texto imprescindible, una obra que no nació para ser representada sobre un escenario y que, sin embargo, ha madurado vinculada irremediablemente a los escenarios. 

Es curioso como Miguel Delibes consiguió que este libro viera la luz en 1966, o los censores eran muy tontos -que lo serían- o él era ya tan famoso y tan querido que se lo perdonaban todo. Es curioso, además, porque no la publicó desde el exilio, no, sino desde su Valladolid natal, de la que apenas salió. Y es curioso, sobre todo, porque con esa  ironía es capaz de hacer una crítica feroz a un régimen totalitario que se sustentó en los pilares de la iglesia. No deja títeres con cabeza. Y lo más gracioso, o lo más triste, es que alguna de las sentencias parecían estar todavía hoy vigentes, quizá con una vigencia renovada tras unas cuantas buenas décadas. Como decía Menchu, adónde vamos a llegar, a un país en el que todo el mundo pueda estudiar, los ricos y los pobres. Venga hombre... Si siempre ha habido clases... además, si no hubiera pobres, ¿cómo los ricos ejercerían su solidaridad?

Miguel Delibes no pudo ver a Natalia Millán interpretar a uno de los personajes más carismáticos que parió el escritor, pero estaría orgulloso de la interpretación, sin duda. Estaría orgulloso por la versatilidad, por la fidelidad al texto, y por darle ese aire tan de señorona que tenía Carmen, ese aire de mujer criada en plena dictadura, bajo las ideas y los preceptos que impuso ese monstruo dictador y asesino que fue Francisco Franco y que paralizaron España durante cuatro décadas. Estaría orgulloso por ver cómo es una dignísima sucesora de Lola Herrera, por ver cómo es capaz de la risa al llanto, de la alegría por los recuerdos felices al enfado por los momentos en los que se sintió humillada. Por imprimir a sus palabras la naturalidad y el tormento de una mujer que acaba de perder a su marido y que todavía necesita contarle cosas. Necesita estar a solas con él, reprocharle aquello que no tuvo de él, como el Seiscientos, que todo el mundo tenía ya y que su marido se empeñaba en decir que no lo necesitaban, y seguramente tenía razón, y por eso jamás lo compraron. En definitiva, necesitaba sus cinco horas con Mario.

No dejen de leer el libro. No dejen de ver esta obra en el Teatro Arlequín, donde solo estará hasta el 12 de Octubre. Porque cuando uno va a ver una buena obra de teatro, la sensación a la salida es tan grata que todo lo demás, incluso lo malo, al menos durante un rato, no importa, se lo digo en serio.

domingo, 16 de septiembre de 2012

¡¡¡CAJÓN DE HISTORIAS CUMPLE 4 AÑOS!!!


¡GRACIAS! 

Gracias por tanto cariño, por tanto apoyo. Por leerme, por los debates, por los comentarios que despiertan una sonrisa. Gracias por todas las historias que hemos sacado del cajón, entre todos, porque sin vosotros esto no tendría ningún sentido. Cuatro años ya y ya no tengo la misma motivación. Tengo mucha más. Ha crecido, se ha multiplicado por miles, las visitas que cada mes recibe este espacio, que es mi casa, y es la vuestra. Gracias por la literatura siempre, por el cine, por la música y por el arte. Por toda la luz de libertad, la luz que ha hecho brillar mi primera novela con palabras tan hermosas. Gracias porque entre las entradas, rebuscando con cariño, vais a encontrar a buenos amigos. Con algunos de vosotros he pasado tardes y también noches de fiesta, conversaciones a través de las redes sociales, de Facebook, de Twitter. Porque me habéis apoyado en los malos momentos, a veces sin saberlo, porque las cosas no son siempre fáciles. Pero después de la tempestad viene la calma, antes no sabía si la quería, pero ahora sé que sí, que quiero esa calma para madurar como profesional y como persona, para hacerlo de una manera reposada.

Durante este último año finalizó mi etapa en el periódico Sí Se Puede, debido a una mala gestión de administradores corruptos que deberían estar en la cárcel, pero este país no castiga a los ladrones que llevan traje, que son la mayoría. Triste España mía. Lo pasé mal, porque es complicado verse sin trabajo. Pero no he estado quieto, no puedo. Durante este último año he estudiado, he estado colaborando también en la radio, he disfrutado tanto con las sonrisas de Manabí al otro lado del planeta. Y ahora comienzo a estudiar de nuevo, aunque el ministro Wert-güenza se empeñe en que sólo unos pocos puedan estudiar. No acabarán con nuestras ilusiones, ni con nuestras ganas de vivir y evolucionar. Y durante este último año también he buscado nuevos caminos, de los que os hablaré muy pronto. Vale más mi sueño que el dinero, puedo vivir de una alegría. 

Durante este último año, CAJÓN DE HISTORIAS, ha recibido más de 350.000 visitas. Es una cifra maravillosa teniendo en cuenta que durante los tres años anteriores había recibido un total de 200.000. Se han triplicado el número de visitantes y hemos superado con creces el medio millón de visitas. Es increíble. Y también se ha mejorado en cuanto al número de comentarios, superando los 2.200, unos 300 más que el año anterior. Por todo esto, ¡¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!! Sois geniales. Hoy brindaré por vosotros.

Mis entradas favoritas del último año:

Las entradas más comentadas del último año:





sábado, 15 de septiembre de 2012

ANA TORROJA: Concierto en Móstoles


Todavía estaba yo comiéndome mi bocadillo de lomo adobado en una caseta del PSOE, sentado en una mesa con un hule estampado de flores y bebiendo mi cerveza en vaso de plástico cuando comenzaba a cantar Ana Torroja en la Finca Liana de Móstoles. Así somos aquí, que lo mismo mezclamos lo más mundano con lo más cursi. El lomo con el pop. Y a Ana Torroja con Juan Magan en menos de tres días. 

Para cuando acabé mi plato que me supo a gloria, Anita llevaba ya cuatro temas, de esos que ha sacado en solitario y que ya no gustan tanto, aunque a fuerza de escucharlos en Los 40, uno termina sabiéndose de cabo a rabo. Me incorporé cuando empezó a cantar las canciones que yo, y los miles de mostoleños y mostoleñas que, vaso en la mano, allí estábamos presentes, realmente queríamos escuchar: las canciones de Mecano. Esas con las que hemos crecido generación tras generación. Fueron de esos temas de los que estaba conformado la mayor parte del concierto. Vamos, que Ana Torroja vive de las rentas. Y lo digo sin acritud, no me malinterpreten. 

La cantante no estaba muy dinámica ayer. Es normal. La pobre tiene un papelón con el tema ese de Hacienda, que le reclama más de un millón de euros entre unas cosas y otras, y la semana pasada misma se hizo público que su abogado intenta pactar con la Fiscalía para evitar la pena de cárcel. Sí, sí, así como lo leen. Normal que la mujer no tuviera el cuerpo para mucho movimiento. Pero aún así, lo que es cumplir, cumplió. Y he de reconocer que su voz sigue sonando dulce, totalmente reconocible. Y reconozco también que fue un lujo escuchar las canciones de Mecano en directo y en su voz. Porque en directo las había escuchado en el musical Hoy no me puedo levantar. Pero en su voz no pensaba que tendría la suerte de escuchar algunos de esos temas que me siguen emocionando, aunque los haya escuchado mil veces, como Me cuesta tanto olvidarte, Mujer contra mujer, Sentía o El 7 de Septiembre. No pensaba que los escucharía en directo porque no pagaría dinero por ir a un concierto suyo, incluso haciéndolo, no encontraría en mi entorno a alguien que lo quisiera pagar también, así que hubiera tenido que ir solo o nada. Pero aquí, en Móstoles, los conciertos son gratis. Bueno, entiéndanme, no es que los artistas vengan por su buena voluntad a deleitarnos con su arte, lo que quiero decir es que ya paga el Ayuntamiento. Vamos, que hay untamiento. Que los conciertos los pagamos todos. Tampoco sabía que Ana Torroja estaba de gira. Pero la pela es la pela. O el euro es el euro. Para que no me digan que estoy desfasado... o adelantado, quien sabe, que tengo un lío...

En fin, que disfruté del concierto, que disfruté de Cruz de navajas, de Maquillaje, de Hijo de la luna y hasta de Me colé en una fiesta, que es escucharla y entrarme un buen rollo que ni se pueden imaginar ustedes. Que hasta me olvidé del lío de Hacienda. Y ella, que al final se puso a bailar como una loca.



viernes, 14 de septiembre de 2012

¡Un saludo de Concha Velasco para vosotros!


Tuve la suerte de poder asistir a la última edición de los Premios de la Unión de Actores, donde se le rindió homenaje a la grandísima actriz Concha Velasco por toda su trayectoria artística que comenzó hace casi 60 años y pude charlar unos minutos con ella. Además, mandó un saludo para todos vosotros y para los oyentes del programa de radio Ponte en Pie, para el que, como ya sabéis, colaboro publicando una columna mensual, La fila 11, en su blog de cine. 

Concha Velasco es una trabajadora inagotable que ha participado en unas 80 películas y más 30 obras de teatro, así como en series de televisión y que hoy, a sus 72 años, sigue sobre las tablas de un escenario.  Entre sus últimas películas podemos destacar Rabia, de Sebastián Cordero; Bienvenido a casa, de David Trueba; o París-Tombuctú, de Luis García Berlanga. Sobre las tablas del escenario la vi en La vida por delante. Una carrera interpretativa impecable por la que ha recibido numerosos galardones, entre los que cabe destacar el Premio Nacional de Teatro, el TP de Oro o el Premio de la Academia de Televisión a Toda una vida y el  mencionado de la Unión de Actores, que recogió hace tan sólo unos meses con todo el público en pie, muy emocionada y feliz, y que dedicó a su familia, a sus compañeros y a Pilar Bardem, de la que dijo haber aprendido muchísimo en todos los niveles. 

Ya sólo le falta el Goya de Honor para poner la guinda a una carrera llena de satisfacción, la satisfacción del trabajo bien hecho. Desde CAJÓN DE HISTORIAS deseamos que la Academia de Cine se decida a otorgarle este preciado galardón. 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Entrevista a Elvira Lindo: "La gente más joven no se merece que le digamos día tras día que no hay futuro y que esto es una mierda"



En sus palabras transmite dulzura y atención. Pero es contundente a la hora de diseccionar la triste situación actual de un país dilapidado, y por eso no duda en criticar la mediocridad política y la culpa que "su generación" tiene en haber tolerado el abandono de valores clave y fomentar la corrupción. Elvira Lindo nos habla también de literatura, de aquellos autores que le obsesionan. De Nueva York y Madrid, las ciudades que se le quedaron en el corazón. Dicen que derrocha simpatía y ella reconoce que le gustaría ser más distante. No es sólo simpatía, es empatía. Ahí radica su éxito.  

Por Ismael Cruceta

Me cuesta no empezar la entrevista preguntándole por esta subida del IVA que parece que ha  sentenciado al mundo de la cultura. ¿Le parece que es así? ¿Cómo saldremos de esta? 

Creo que es un error tremendo. No entiendo que conlleve ningún beneficio económico, más bien provoca el hundimiento en un sector ya herido de muerte. Todos sabemos que tenemos que reciclarnos y entender que la cultura ha de encontrar nuevas vías de expresión y de financiación, pero el Estado no puede convertir la actividad cultural en algo imposible. Gravar el teatro y las salas de cine, por ejemplo, me parece que es disuadir a un público que ya de por sí tiene poco dinero. Hemos pasado de una época absurda en la que se acostumbró al público a pagar muy poco por grandes espectáculos subvencionados por los ayuntamientos a esta otra época en la que vamos a imposibilitar la iniciativa privada. Es anti económico.

Pero todo esto ya se ha dicho y  es cansino repetir el mismo discurso. Simplemente, me adhiero a la protesta. Lo que está en mi mano es escribir manifestando mi descontento hacia estas medidas, y lo hago cuando tengo algo que decir.

Quiero, eso sí, recordar que ha habido un descrédito de la cultura en los últimos años. Parecía que era algo secundario, cuando no un oficio de vagos. Ese ha sido el terreno abonado que está teniendo sus consecuencias. Hay ciudadanos que piensan que la cultura es algo superfluo frente a las necesidades imperiosas. Como si la cultura no generara riqueza. La cultura y la educación, por supuesto. Riqueza en el sentido material y en ese otro sentido inamprensible que construye un país.

En sus últimas columnas tengo la impresión de que está más enfadada que de costumbre con todo lo que está pasando. ¿Es enfado, pena, rabia o qué es lo que siente por la situación del país?
Es cierto. Lo estoy. Pero en ocasiones intento controlar la rabia para no adoptar columna tras columna un tono catastrofista que no conduce a nada. No se puede una engolfar en un discurso sin esperanza, porque además no es cierto, y la gente más joven no se merece que le digamos día tras día que no hay futuro y que esto es una mierda. No, mi generación ha de tratar de reparar algo de lo que es bastante responsable.
"El sistema de valores se ha pervertido, colocando en primer lugar de los intereses de la gente el valor del dinero".

Decía un conocido escritor español hace bien poco en una entrevista que España está gobernado por una colección de tontos y que Rajoy le da pena. ¿Qué le parece a usted?
Creo que es una generación de políticos mediocres, sí, y que ha habido un tanto por cierto elevadísimo de políticos corruptos. Pero no me vale esa actitud tan española de sacudirse las culpas. Lo siento pero aquí ha habido mucha gente que ha entendido las corruptelas, que las ha propiciado, que ha aplaudido a los alcaldes corruptos que entraban en los juzgados, que ha reído las gracias a personajes impresentables y que se ha enriquecido con intervenciones brutales que atentaban contra nuestra riqueza natural o histórica. No todo se ha hecho a nuestras espaldas. Los padres también han sido responsables de haber abandonado valores clave, como la educación y la cultura, y hayan animado o permitido que sus adolescentes dejaran de estudiar y se dedicaran a ganar dinero fácil. Cuando hay un treinta por ciento de abandono escolar es por algo. Es porque el sistema de valores se ha pervertido, colocando en primer lugar de los intereses de la gente el valor del dinero.

No quiero parecer arrogante pero creo que siempre he sido muy consciente de lo que estaba pasando. Por muchas de las cosas que la gente denuncia ahora antes te llamaban aguafiestas si les dedicabas una columna.
Y creo que los políticos y las clases dirigentes en general han cometido un pecado tremendo que nos va a costar muchos años enmendar: han esquilmado la dignidad de la gente humilde apelando a orgullos locales y a sentimientos baratos. Eso me duele tanto como esta situación de vasallaje a la Europa rica en la que nos encontramos.

"Hace cinco años todos hablaban de volver a España, porque la gente quiere volver a España, pero ahora nadie lo dice".

Usted ha trabajado mucho: en la radio aquí y allá, incluso ha escrito guiones de las MamaChicho. Digamos que se ha tenido que buscar la vida. ¿Qué hacemos esta generación de jóvenes que hemos estudiado tanto y que tan pocas opciones tenemos de trabajar? ¿Emigrar?
Bueno, a veces soy víctima de mis propias bromas. En una columna humorística escribí que yo hacía guiones para esas señoritas, pero la realidad es que esas señoritas no abrían la boca, así que no había que escribirles nada. Lo inaudito es que eso ha quedado como un capítulo absurdo de mi biografía profesional y a los entrevistadores os viene de perlas para dar una nota de color. En España conviene no hacer demasiadas bromas sobre uno mismo, y yo he sido experta en el arte del selfdeprecating.

Pero yendo a la pregunta, he trabajado en muchas cosas, sí, pero no lo he considerado nunca un sacrificio sino parte de mi fortuna. Comencé a trabajar en 1981 y, aunque fue una década muy discutible culturalmente, la realidad es que vivíamos en un país sin estrenar, de tal modo que si tenías iniciativa y empuje la vida te ofrecía mil oportunidades. Y creo que fui audaz y a veces temeraria y aproveché muchas. He tenido y tengo una vida profesional muy rica porque mi trabajo en la radio y en el cine han sido para mí fundamentales. Lo de escribir en prensa vino después y, aunque me ha traído muchas satisfacciones también ha sido el campo laboral más agitado en el que me he movido y me mueve, precisamente, porque dar tu opinión cada semana tiene un riesgo.

Lo que me entristece ahora es la falta de perspectiva para los que empiezan. Porque, al fin y al cabo, los de cuarenta, cincuenta o sesenta años, esa generación que ahora manda, es la que ha dilapidado el potencial de un país en proyecto. Hemos de asumir nuestra responsabilidad. Criticamos con mucha facilidad la Transición pero al menos esa clase dirigente tenía que hacer malabares en un presente convulso, nosotros vivimos los ochenta, los noventa y la primera década del XXI, es decir, un período de bonanza e irreflexión, y no se puede decir que lo hayamos hecho bien. Unos han sido más responsables que otros, pero ha habido una dejación de nuestro espíritu crítico y un cinismo general.

Por otra parte, a mí este asunto me toca de cerca porque entre mi marido y yo tenemos cuatro hijos y los cuatro en edad de comenzar una vida profesional. Estamos rodeados de gente joven que van a tener una vida más complicada que la nuestra.

En cuanto a emigrar, si hay que emigrar, se emigra. Es duro, pero más duro es no poder realizar tu profesión. Vivo medio año en Nueva York y tengo amistad con jóvenes que trabajan allí en las profesiones más diversas. Hace cinco años todos hablaban de volver a España, porque la gente quiere volver a España, pero ahora nadie lo dice.

Fotografías: Xavi Menós
Usted ha nacido en Cádiz pero ha vivido en muchas ciudades. Aunque parece que está estrechamente vinculada a  Madrid y a Nueva York, los principales escenarios de sus obras. ¿En cuál de las dos está su hogar?
Pues en estos momentos en que me encuentro fuerte y tengo energía para permitirme este trasiego de vida le diré que tengo el corazón bastante dividido, porque en Nueva York tengo un hogar que comparto con mi marido y eso compensa la sensación de extrañeza que a veces se tiene cuando se está fuera de un terreno familiar. Además, aunque parezca extraño allí llevamos una vida más tranquila socialmente que te permite pasear, cultivar la soledad, pensar, escribir… Pero también pienso que si me sintiera enferma o sola volvería a Madrid, con lo cual, mi ciudad en última instancia sería esta.

Y en ese hogar, ¿se habla más de política o de literatura?
Se habla de todo, de los hechos, de las opiniones de otros, de lo que uno quiere escribir para el periódico, del libro que está leyendo. Últimamente se habla mucho de España, claro, porque es inevitable estar preocupado. La política de los políticos creo que, en el fondo, nos aburre. Ojalá viviéramos en un país donde tuvieran menos protagonismo y fuera más potente la sociedad civil. Hablamos mucho de libros, pero también de películas, exposiciones, conciertos. Somos muy activos culturalmente, no en un sentido público, al contrario, muy privado.

¿Qué autores se leen en casa de Elvira Lindo? ¿Algún autor novel?
Se lee desordenadamente y por impulsos. Y esos impulsos se contagian, claro. De pronto, te sumerges en un autor como si irrumpieras en su casa y quisieras registrarle todos los cajones. A mí me ha pasado eso con Chejov, con Philip Roth, con Alice Munro, John Cheever, Galdós, Colm Toibin, Bernard Malamud, Isaac Bashevis Singer, Grace Paley, en fin, me he curado la obsesión febril que tenía con esos autores y otros leyéndolos. Hasta que he dicho, basta, ya no puedo más, lo dejo.

También leo a autores noveles, claro. No me gusta el concepto de autor joven porque creo que es un capricho de los suplementos literarios. Hay autores que se creen jóvenes teniendo 35 años y se aferran a ese juvenilismo, lo cultivan. Por dios, a esa edad ya se es una persona madura. De hecho, yo empecé a publicar libros a los 32 años, pero nunca entré en ninguna clasificación de autores jóvenes, ni me hicieron la típica foto de grupo. Esa foto en la que tanto los responsables del reportaje como los literatos quieren que parezca la portada de un conjunto pop.

Parece que estamos en una época en la que es más fácil que nunca publicar lo escrito. Internet no pone barreras y Amazon no establece filtros. ¿Qué opina sobre esto?
Ni bien ni mal, el mundo cambia y nuestra manera de llegar al lector también. De todas maneras, creo que los filtros son beneficiosos para un libro. Los filtros serían los correctores y, por supuesto, los buenos editores. Un buen editor es el que te hace saber que no te publica por lo rentable que eres sino porque a la editorial le gusta lo que haces, te ayuda en tu carrera, te guía y te protege. No me interesa los editores que sólo hablan de dinero. Y en cuanto a hacer público lo que escribes sin intermediarios… Cada uno es muy libre. Yo no me sentiría segura siendo mi propia editora, pero no hay razón para que tenga algo en contra de que la gente lo haga.

"Hay una fiebre de consumismo cultural que no creo que sea buena para la cultura en sí, que precisa de tiempo para el disfrute".

Además, y sin entrar en el tema de las “descargas ilegales”, es  un hecho que el precio de los libros electrónicos es mucho más barato. ¿Necesitan las editoriales tradicionales bajar el precio de sus libros o necesita la sociedad una mayor concienciación para pagar por la cultura?
Para empezar, se publican demasiados libros. Hay un frenesí de la publicación. Y este negocio no da para tanto. Ni para las tiradas que se hacen ni para la envidia que provocan a veces los literatos. Es un oficio modesto y así debe de ser. Si alguien se hace millonario, enhorabuena, pero es un caso excepcional. Los libros en bolsillo son bastante baratos. Lo que pienso es que tal vez no haya que tener tanto de todo. Ahora queremos ver la última serie ya, tener en propiedad el último libro, acumular miles de canciones. Es una fiebre de consumismo cultural que no creo que sea buena para la cultura en sí, que precisa de tiempo para el disfrute.

Sus novelas para adultos tienen una carga de melancolía e incluso a veces de tristeza mucho mayor que sus columnas. Pero en todas sus obras consigue imprimir esa sensación de autenticidad, la sensación de leer su propia historia. ¿Cuánto de Elvira Lindo hay en Antonia, en Eulalia, en Rosario… en sus personajes en general? ¿Le da pudor que el lector crea que está adentrándose, a través de sus personajes, en su casa?
Para mí escribir es vencer ese pudor. Todos los personajes están en mí, sí, aunque hagan cosas que yo no haría y digan cosas que yo jamás diría. Los libros verdaderos han de avergonzar en cierta medida al autor por lo que tienen de exposición personal. Muchas veces se cuenta más de uno mismo a través de la ficción que en las memorias, aunque en mi diario de Nueva York, “Lugares que…”, creo haber escrito valientemente sobre mis debilidades, cosa que casi ninguna reseña ha reflejado. Para mí era un libro muy melancólico, pero hay quien sólo ve el aspecto irónico o humorístico. Pero yo siempre utilizo el humor para contar algo más hondo. Y cuando el reseñista no lo ve pienso que no ha leído el libro que yo he escrito.

¿Para cuándo nueva novela? ¿Volverá a ahondar en ese tono cercano y algo tragicómico al que nos tiene acostumbrados en sus novelas?
Ese tono no está impostado. Soy yo, tal cual. Y, en ocasiones, aunque me dé cien patadas. He nacido para la comedia, o para la tragicomedia. Creo que es un don con el que se disfruta, porque te acerca al público al que te diriges, y te hace sufrir por la misma razón, porque te expone demasiado a ese público. A mí me gustaría ser más distante, y no lo consigo. Me gustaría ser más antipática, y no lo consigo. Cuando me hablan de mi “cercanía” algo se me revuelve dentro. Porque en mi fuero íntimo siempre tengo una reserva. Aun cuando parezco sociable estoy observando a los otros, hay una distancia, soy espectadora. Desde niña.

Por último, y haciendo referencia al título de una de sus obras,  ¿Qué es lo que le queda por vivir? 
Me gustaría ser una novelista que escribiera guiones, una guionista que escribiera novelas, una escritora que escribiera crónicas, una cómica que supiera ver el lado trágico de la vida, y una tragicómica que pudiera expresar el absurdo de la existencia en todo aquello que escriba.

martes, 11 de septiembre de 2012

CINCUENTA SOMBRAS DE GREY, de E.L. James


Parece que cada año hay un libro -o una saga- destinada a convertirse en best-seller. Hay veces que el libro de la temporada tiene una calidad literaria tolerable, como ocurrió hace un par de años con El tiempo entre costuras, que fue un bombazo en España. Otras veces, la calidad brilla por su ausencia. De hecho, ni brilla, más bien produce náuseas. Fueron éxitazos de venta los libros de Harry Potter (de los que soy fan), los de Federico Moccia o la saga Crepúsculo, por supuesto. Y este verano le ha tocado a la autora británica E. L. James con Cincuenta sombras, una trilogía que se inicia con esta novela: Cincuenta sombras de Grey. 

Aun sabiendo que no sería mi lectura del año, decidí embarcarme en esta historia cuyo argumento será, a estas alturas en las que el sol deja de calentar tanto, bien conocida por todos: la relación entre Anastasia y Christian, una joven inocente y un rico -y atractivo- empresario que tiene unos gustos sexuales, digamos, peculiares. Una relación de dominación y sumisión. 

Cincuenta sombras de Grey es una novela muy ligera, que se lee fácil y que es concebida no como literatura, sino como producto de ventas, que viene acompañada por una campaña de marketing agresiva y eficaz que la ha colocado en los primeros puestos de ventas de libros de ficción en todos los lugares donde se ha publicado. Una campaña de marketing que ya la quisiera yo para mí, para mis libros. Pero es complicado que cuando a uno le interesa la literatura de verdad tenga un éxito así de abrumador en tan corto espacio de tiempo. Tampoco lo querría, no querría venderme así. Porque creo en la literatura, y esto, lo que ha hecho esta autora, reitero, es un producto de ventas.

No lapidaré la obra. No diré que es una mierda que no merece la pena porque lo único que conseguiría es despertar más vuestra curiosidad y animaros a leerla, si es que queda alguien todavía por hacerlo. No la lapidaré, además, por una razón: el hecho de conseguir que gente que nunca -o casi nunca- lee se haya decidido a comprarlo me parece positivo, al fin y al cabo. Sería más positivo que la gente leyera algo que mereciera más la pena... A Saramago, a Murakami, a Muñoz Molina, pero bueno, sé que eso es imposible. 

Asimismo, he de reconocer que consigue enganchar al lector: no da tregua. Desde la primera página va a por todas, al grano. A esa relación de atracción entre Anastasia y Christian que va a un ritmo vertiginoso. He de reconocer también que las primeras escenas sexuales que tienen lugar entre sus páginas consiguieron, incluso, excitarme. Lo que hace que esta novela erótica consiga su cometido, que es despertar esas sensaciones en el lector. Al menos en un primer momento. Pero, para mí, que un libro "entretenga" no es suficiente. 

Y es que a medida que avanzaban las páginas el libro caía en repeticiones tediosas, el sexo y las "pervesiones" de Christian dejaron de ser atractivas y atrevidas para convertirse en más de lo mismo, llegando a un nivel de hastío, de querer que acabe ya el libro, porque aunque las posturas y los juegos sexuales son diferentes cada vez, termina por ser aburrido. Y a nivel narrativo cae todo el rato en las mismas fórmulas. ¿Cuántas veces repite eso de "la diosa que llevo dentro"? 

Otra cosa que quiero mencionar es que, por lo visto, ya están apareciendo otros libros "eróticos". Muchos autores y, sobre todo, muchas editoriales, se suben al carro de las ventas. Por desgracia, no todas las editoriales tienen vocación literaria. Desde aquí, quiero recordaros que sí queréis leer novela erótica podéis haceros con un ejemplar de Las edades de Lulú, de Almudena Grandes, que va más allá del sexo para ahondar en el dolor y en la soledad.

Como conclusión, diré que la novela se atasca, no consigue mantener mi atención de principio a fin. Al principio sí, quizá por ese morbo, ese puntito picante y sexy. Pero después, cuando tenía que haber ido más allá, que es el cometido final de toda buena novela, se queda a medias, se vuelve mecánica hasta decir basta, y se transforma por completo en una novela erótica sin ningún tipo de interés literario, más allá de ser ese producto que despierta curiosidad en lectores habituales y en "esa otra gente" que sucumbe a las tendencias. Bravo por E.L. James que ha conseguido forrarse. Lástima por esa novela que podría haber sido y no es. Quizá, si hubiera tenido más calidad literaria no vendería tantísimo, ¿no creen? Dicen que no se le puede pedir peras al olmo. Ni, como dijo Shakira, andar arrojando a los cerdos miles de perlas. 

lunes, 10 de septiembre de 2012

TODO MANOLITO, de Elvira Lindo


No recuerdo quién me regaló el libro de Manolito Gafotas, como solía decir, como si fuera suyo, de Manolito. Supongo que sería mi madre, ella me compraba libros el 23 de abril, por mi cumpleaños, o sin ton ni son -con todo el todo el ton y con todo el son en realidad, porque sí soy lector es gracias a ella. Recuerdo que en la portada rezaba algo así como "a partir de 12 años", y que yo tenía menos, pero es que para algunas cosas he salido muy espabilado. Para otras no tanto, no os engañaré. 

Conocí a Manolito entonces y me acompañó durante muchos años, él y el Imbécil, y también Susana Bragas Sucias y el Orejones López, y Yihad. Y también al abuelo Nicolás, que temía que se muriera en alguno de los libros, de tan viejo que me parecía. Conocí a Manolito y me recordaba un poco a mí. No él en concreto -yo era un niño delgado, sin gafas y mucho más guapo, para que nos vamos a engañar- sino todo su entorno. Tampoco exageraré, porque mi infancia fue mucho más amable que la suya, la mía la recuerdo exageradamente edulcorada y feliz, y la de Manolito rozaba a veces la crueldad -con esos amigos matones-, pero no por eso se convirtió en una infancia desdichada la suya, todo lo contrario, era un niño como los demás, como los otros, como los míos, los que estaban en mi clase. Un niño de un barrio obrero, con un padre camionero, una madre que a veces le daba una colleja que otra y no pasaba nada -no como ahora-, un hermano pequeño con el que tener una relación de amor-odio y un abuelo viudo viviendo en casa. Una familia humilde. Todo aderezado con hipérboles, sí, pero la histeria reinante de la madre o de la profesora se respiraban a veces en mi casa o en mi colegio. ¿Pero qué madre o qué profesora no pierde alguna vez los nervios? Ahí radica el éxito de estos libros, en su naturalidad, en transportarme hasta una casa, en conocer a unos personajes humanos y que estos sean capaces de conectar con un lector de diez años primero, de doce, de quince después. 

Cuando se tiene esa edad, lo único importante es disfrutar con la lectura. Y las aventuras de Manolito Gafotas en Carabanchel (Alto) consiguieron hacerme disfrutar. Entonces, al menos al principio, no sabía quién era Elvira Lindo ni me importaba, seguramente ni me fijé en el nombre de la autora. Echo la vista atrás y me parece maravillosa esa inocencia, ese título del libro escrito con una letra mucho más grande que el de la escritora. Y lo único que juzgaba eran las historias contadas en primera persona por ese narrador gracioso, dicharachero, ingenuo. Vivo.  

Algunas anécdotas permanecen en mi mente, a pesar del paso de los años. Quedan mis risas cuando el vecino Bernabé entró por el pasillo de su casa, sin saber que Manolito y su familia estaban escondidos para darle una sorpresa, y el señor se tiraba unos pedos sonoros y descomunales, que no podían salir de un cuerpo tan pequeño. Recuerdo que con uno de los libros me dio un ataque de risa cuando estaban en el probador de un centro comercial y El Imbécil se ponía a cantar una canción traducida de la china japonesa.  

Manolito es un niño de nuestro tiempo, al menos de mi tiempo, nacido en los años ochenta, y que en nuestra infancia escribíamos cartas cuando nuestros amigos se iban de vacaciones y veíamos películas en VHS. Quizá ahora los niños en España no sean ya como Manolito y sus amigos, o quizá ahora no tengan más remedio que volver a serlo. Manolito me alegró muchas tardes contándome sus historias, que eran en realidad las mías, que eran en realidad las de Elvira Lindo. 

Y, cuando me hice un poco más mayor, cuando entré en la edad adulta, no supe más de Manolito. Como tampoco supe más de algunos amigos del cole, que se esfumaron para siempre y serán ahora delincuentes. Pero me acuerdo, si no de todos, sí de la mayoría. También me acuerdo de Manolito. Quizás ahora, con las nuevas tecnologías, debería buscarle en Facebook y mandarle una solicitud de amistad. Creo que estoy un poco melancólico. 


Texto: Ismael Cruceta @CajondeHistoria

viernes, 7 de septiembre de 2012

LAS NIEVES DEL KILIMANJARO, de Robert Guédiguian


Las nieves del Kilimanjaro es una de esas películas que no serán un blockbuster de la temporada. Que no consiguen grandes cifras en taquilla. Pero que, si por una de esas pequeñas casualidades de la vida, tienes la suerte de ver, te dejan un regusto dulce en el paladar, la sensación de que todavía hay confianza para creer en el ser humano. Y esta, además, da mucho qué pensar. 

El cineasta francés Robert Guédiguian me engañó. Pensaba que estaba ante una comedia romántica, quizá con algunos puntos de drama, protagonizada por un matrimonio maduro en el que él, Michel, un líder sindical, se queda sin empleo, y pensaba en cómo afectaría eso a su relación. Al principio de la película, los hijos y los buenos amigos les regalan a este matrimonio un viaje a los pies del Kilimanjaro. Es un momento emocionante, tierno. 

Pero entonces la cinta da un giro. Y uno se queda totalmente descolocado. Eso me pasa por no haber leído nada sobre el argumento, ni haber visto tampoco el trailer, lo que propició mi sorpresa. Si contará ahora lo que sucede, no desvelaría tampoco demasiado. Si les interesa mucho, abajo les dejo el trailer. Aunque lo que realmente me gustaría es que vieran esta película, que plantea una serie de conflictos morales, conflictos que chocan con la que debiera ser la ética de un líder sindicalista... ¿acaso no vive él como un auténtico burgués? ¿acaso no se ha comprado una casa? ¿a quién pretende engañar?

Galardonada con la Espiga de Plata y con el Premio del Público en la pasada Seminci de Valladolid, y presente en la última edición de los Premios César gracias a Ariane Ascaride, que consiguió la nominación como Mejor Actriz, Las nieves del Kilimanjaro reconcilia a Robert Guédiguian con crítica y público. 

Una película que invita a la reflexión, que lo hace con dos actores principales en estado de gracia y que no cae en la moralina construida de manera fácil. 

Las nieves del Kilimanjaro es una pequeña joya sin pulir, una crítica feroz a esta sociedad capitalista y consumista, a este mundo artificial que hemos creado y en el que las desigualdades cada vez son más evidentes, porque las reglas del juego favorecen siempre a los mismos, e incluso aquellos que deberían intentar cambiar las cosas sucumben a la podredumbre del sistema... o no siempre. Todavía quedan nieves límpidas y puras en el Kilimanjaro.



martes, 4 de septiembre de 2012

Mis canciones del mes de Septiembre

10.  Manuel Carrasco: Menos mal (N)
Huelga decir que Manuel Carrasco es uno de los mejores cantautores del panorama musical español, con letras que cuentan cosas, que hacen sentir cosas bonitas. Hoy rescato esta canción que tiene tres años, pero que acabo de descubrir, que parece tiene más sentido que nunca. Menos mal que por momentos, en esta amnesia de vida, menos mal que aparecías con el sonido de tu risa, menos mal que me abrazabas para luego yo besarte, ¡menos mal que estás en mí! Menos mal que está tu puerto, tu puerto para descansar, menos mal que tú me salvas si me toca naufragar, menos mal que me besabas para luego yo entregarme... menos mal que estás en mí, menos mal que me encontraste...



9. Loreen: Euphoria (-7)
Una de las canciones del verano que ya acaba, y también uno de los temas revelación del año. Hacía tiempo que la canción ganadora del Festival de Eurovisión sonaba tanto en España. Después de dos meses en el Número 2, Loreen desciende hasta el 9, pero todo apunta que está canción estará en el ranking de las 10 mejores canciones de 2012. Disfrútenla.


8. Américo: Te vas (-4)
Uno de los temas que más he escuchado durante mi estancia en Ecuador. Una cumbia que sonaba en los autobuses, en la calle, en cualquier sitio. Pegadiza hasta decir basta, que suena alegre, a pesar del poso de melancolía que pretende transmitir su letra. Te vas, sí, pero te quedas, porque formas parte de mí.


7. Rihanna: Where have you been (N)
Más de 108 millones de reproducciones para el vídeo de este tema dance. Un vídeo con mucha producción, como suelen ser los de la artista, con coreografías increíbles y que merece la pena ver. El tema nos lleva hasta una madrugada de fiesta. Al menos a mí.


6. Gotye feat. Kimbra: Somebody that I used to  know (VE)
Este tema, que ya fue Número 1 de esta lista y que desapareció para dejar espacio a la salsa el pasado mes de Julio, vuelve a esta lista, porque en España sigue sonando con mucha fuerza. Gotye ha parido una de las mejores canciones del año, adictiva, personal, diferente. Os dejo el vídeo con los subtítulos en inglés, por si os animáis a cantarla.



5. Shy'm: On se fout de nous (N)
La cantante francesa Shy'm daba sus primeros pasos en el mundo de la música en 2006, cuando estuve viviendo en Montpellier. Seis años después (¡oh dios mío cómo pasa el tiempo!) y con cuatro discos en el mercado, lanza como single este tema pegadizo y con uno de los vídeos más sensuales que he visto últimamente.


4. Calle 13: Latinoamérica (-3)
Vuelvo a traeros este tema que fue Número 1 el mes pasado, pero esta vez os dejo el vídeo de la actuación en directo en los Grammy Latino de 2011. Os invito a escuchar las palabras de Residente, la voz de Calle 13. Y os invito, sobre todo, a escuchar la letra de esta canción, este himno contemporáneo capaz de describir un continente, un forma de ser, una emoción. Latinoamérica, un pueblo sin piernas pero que camina. Yo quiero estar allá, sintiéndola en el pecho.


3. Mariah Carey: Triumphant (N)
Nuevo tema de Mariah Carey, un canción fiel a su estilo, al tipo de música que lleva haciendo durante la última década. Mariah Carey, acompañada por dos raperos, presenta un tema pegadizo y para mí, sigue teniendo la mejor voz femenina que he escuchado nunca. El color de su voz, su delicadeza y su capacidad vocal me siguen pareciendo sublimes. Es una diva, sí, puede que sea estúpida -si entendemos por estúpida ese consumismo del que hace gala, esa ñoñería inaguantable-, pero se ha mantenido fiel a sí misma durante años, fiel a su evolución personal como artista. Por eso ahora no ha recurrido a Calvin Harris ni a David Guetta para este nuevo tema para sonar más dance, como Rihanna o Lady Gaga, sino que se trata de una canción R&B al más pulo estilo Mimi, y mejor que Touch my body o Obsessed, los anteriores "primeros singles" de sus últimos discos. Mariah, como decían en este artículo, no defenderá el empoderamiento femenino como Beyoncé, no defenderá causas raciales como Janet Jackson ni tampoco criticará a la derecha, como Madonna. Pero es que las entradas más baratas de un concierto de Madonna cuestan 100 euros. Por eso, basta de hipocresías. Mariah al menos es consecuente con el estilo de vida que lleva, rosa cursi, lleno de mariposas, sí. Ella es así. Y así es su música. Triumphant invita al optimismo... realize all things are possible... and stay triumphant.


2. Antony and the Jonhsons: Cut the world (N)
Antony Hegarty tiene la voz masculina más especial que he escuchado en mi vida. Su forma de cantar me parece sublime, extremadamente triste, capaz de transmitir tantas cosas y llevarte hasta lugares lejanos y hermosos, solitarios. Cut the world es un tema precioso y tiene un vídeo intenso, con esa intensidad que es mar en calma y de pronto mar embravecido. Protagonizado por Willem Dafoe, Carice Van Houten y en los últimos segundos, por Marina Abramovic. Os invito a reflexionar sobre él y a compartir conmigo qué es lo que creéis que pretende transmitir, cuál es su mensaje. A mí me impactó mucho la primera vez que lo vi.


1. Alejandro Sanz: No me compares (+2)
Uno de los cantantes españoles con más éxito en todo el mundo, Alejandro Sanz, consigue el número 1 con esta canción que dice mucho más de lo que parece en la primera escucha, que gana en matices, con una letra íntima, quizá sobre una pareja, y que hace referencia también a todo lo que está pasando, ahora que truena un silencio feroz, ahora nos entra la tos... El tema es el primer single de su nuevo álbum que lleva por título La música no se toca. Una pena, Alejandro, pero ya la han tocado... 

sábado, 1 de septiembre de 2012

Protagonista del mes... Elvira Lindo


Hay escritores que te acompañan a lo largo de la vida, que caminan cerca de ti, tanto que, echando la vista atrás, parece que han estado siempre en los momentos claves que conforman tu historia.  Elvira Lindo es una de ellas. Ha estado presente durante mi infancia, haciéndome reír a carcajadas con su Manolito Gafotas, que es también mío porque lo siento así, como un amigo al que tienes cariño y del que vas teniendo noticias e historias cada cierto tiempo. Consiguió mantener mi atención durante el paso a la vida adulta con sus tintos de verano. Y también he leído todas sus novelas para adultos: El otro barrio, Algo más inesperado que la muerte, Una palabra tuya y Lo que me queda por vivir. Unas me han gustado más y otras menos, pero es una de esas escritoras que cuando publican una nueva novela sabes que tienes que leerla , antes o después, porque no hacerlo sería casi como traicionar a un amigo. 

Es una autora bastante prolífica, ha abordado la literatura infantil y juvenil, se ha atrevido con la narrativa para adultos, ha escrito teatro y también los guiones para cine. Actriz ocasional, pero sobre todo, articulista y periodista, especialmente vinculada a la radio. Fue en las ondas donde nació y creció Manolito. Gracias a él ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 1996 por Los trapos sucios. Y dos años más tarde decidió dar el salto a la novela adulta, para publicar El otro barrio, aunque se podría afirmar que su consolidación en el panorama literario para adultos le llegó en 2005, cuando le otorgaron el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral por Una palabra tuya, una de esas novelas que consiguen el favor y el cariño del público. Que gustan. 

Elvira Lindo es una mujer capaz de empatizar con sus lectores, pellizcar en su sensibilidad con historias sencillas y cotidianas. Es capaz de despertar una sonrisa, una risa incluso. Y ahí radica su éxito. 

Este mes de septiembre se cumple un año de la publicación de Lugares que no quiero compartir con nadie, que no es novela, sino un libro en el que habla de su experiencia en Nueva York, un recorrido personal, un paseo diario e íntimo. De esta obra y del resto de sus publicaciones hablaremos a lo largo del mes. Este es mi pequeño homenaje a una Protagonista del mes por derecho propio.