Cuando me vine a vivir a Tegucigalpa no podía llenar mi maleta de libros. Es por eso que la mayoría de mis lecturas actuales son en el Kindle. Pero sí que me traje algunos libros en papel que me apetecía tener conmigo, libros especiales para mí. Uno de ellos fue Almudena, una recopilación de poemas que durante años Luis García Montero dedicó a su mujer, la escritora Almudena Grandes. Un librito cargado de amor y de admiración, como la que yo siento por ambos.
Esta historia se la pude contar directamente tanto a Luis como Almudena el pasado jueves 26 de mayo, ya que vinieron al Teatro Nacional Manuel Bonilla, a un acto enmarcado en el IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes. Y ese poemario "escrito con fe en las palabras y en la vida" lo tengo dedicado ahora por su autor y por su musa.
Fue una tarde preciosa para hablar de El Quijote, de literatura, de poesía, de amor y vida.
Luis García Montero hablando de la narrativa de ella. Almudena Grandes hablando de la poesía de él:
"La poesía ha formado parte de mi vida y forma parte de mi literatura. Las citas de mis libros son versos. Y muchas veces los títulos de mis libros provienen de versos porque la poesía tiene esa capacidad esencial de contar en muy pocas palabras lo que yo necesito desarrollar en 500 páginas. Soy muy amante de la poesía.
"La poesía ha formado parte de mi vida y forma parte de mi literatura. Las citas de mis libros son versos. Y muchas veces los títulos de mis libros provienen de versos porque la poesía tiene esa capacidad esencial de contar en muy pocas palabras lo que yo necesito desarrollar en 500 páginas. Soy muy amante de la poesía.
Yo empecé a admirar a Luis mucho antes de conocerle. La admiración es una parte esencial del amor. No puedes enamorarte de alguien a quien no admiras. A mí Luis siempre me ha parecido que iba a ser el poeta de mi generación. No solo por la brillantez o el talento, sino también porque posee una condición muy contemporánea: una estética muy moderna pero muy transitable a la vez, que rompía con la vanguardia. Una poesía muy narrativa, lo cual, para una aspirante a novelista -Luis empezó a publicar mucho antes que yo- era muy atractivo.
La poesía de Luis es limpia y es honda. Es muy fácil de leer y muy difícil de entender. En ese sentido la poesía de Luis es una trampa: es muy fácil de entrar en ella y muy difícil salir. Yo creo, al margen del amor y de la admiración, Luis me parece un poeta grandísimo y por su poética. Por las verdades que el asocia a su poesía".
También hubo tiempo para hablar de sus últimas publicaciones.
Sobre Balada en la muerte de la poesía, Luis García Montero comentó: "Lo escribí como respuesta a todas las veces que en los encuentros literarios se habla de la muerte de la poesía. En un congreso me planteé qué ocurriría si de verdad se muere la poesía. Imaginé que un día encendía la televisión y me daban la noticia de la muerte de la poesía. Y yo siento que se ha muerto una amiga íntima. Empiezan las llamadas, el duelo, salir a la calle para ir al entierro. Y lo que voy sintiendo es que al morir la poesía muere algo más que un genero literario. Porque mucha gente resume en la palabra poesía buena parte de lo mejor que tiene la condición humana. Al morir la poesía, vi que los seres humanos perdían su condición más noble y se iban convirtiendo en mercancías. Se perdía la idea del tiempo, porque ahora vivimos en un tiempo marcado por la prisa, por el instante. Es un tiempo del consumo, que es lo que nos convierte en mercancía. Y hasta los seres humanos se convierten en objetos de usar y tirar. Y el tiempo de la literatura nos da una dimensión de la historia, de saber que venimos del pasado, que heredamos tradiciones y un saber humano, y que un día tendremos que dejarlo a nuestros hijos. Eso articula una dimensión de la historia que va más allá del usar y tirar, y que tiene que ver con nuestra conciencia.
Sobre Balada en la muerte de la poesía, Luis García Montero comentó: "Lo escribí como respuesta a todas las veces que en los encuentros literarios se habla de la muerte de la poesía. En un congreso me planteé qué ocurriría si de verdad se muere la poesía. Imaginé que un día encendía la televisión y me daban la noticia de la muerte de la poesía. Y yo siento que se ha muerto una amiga íntima. Empiezan las llamadas, el duelo, salir a la calle para ir al entierro. Y lo que voy sintiendo es que al morir la poesía muere algo más que un genero literario. Porque mucha gente resume en la palabra poesía buena parte de lo mejor que tiene la condición humana. Al morir la poesía, vi que los seres humanos perdían su condición más noble y se iban convirtiendo en mercancías. Se perdía la idea del tiempo, porque ahora vivimos en un tiempo marcado por la prisa, por el instante. Es un tiempo del consumo, que es lo que nos convierte en mercancía. Y hasta los seres humanos se convierten en objetos de usar y tirar. Y el tiempo de la literatura nos da una dimensión de la historia, de saber que venimos del pasado, que heredamos tradiciones y un saber humano, y que un día tendremos que dejarlo a nuestros hijos. Eso articula una dimensión de la historia que va más allá del usar y tirar, y que tiene que ver con nuestra conciencia.
Eso tiene que ver también con las ciudades. ¿Cómo me relaciono con Granada sin Lorca? ¿Con Buenos Aires sin Borges? Las ciudades no solo son piedras, son lugares que habitamos porque son parte de la experiencia humana, y si se borra eso que es más que una piedra las ciudades se desconfiguran, y todo eso desaparece con la poesía. Al final, el libro tiene una única salida: una vez que los poetas se reúnen en el cementerio y la entierran, regresan a su casa y se ponen a escribir poesía. Porque la poesía hay que resucitarla. Eso es lo que yo reivindico aquí: la poesía como una forma de resistencia".
Y sobre Los besos en el pan, Almudena Grandes explicó: "Cuando escribí este libro, elegí el título porque a mí me gustaría que no se leyera solo como un retrato de la actualidad, como una imagen de una realidad que está pasando y a la que no le vemos el final, sino que me gustaría también que se leyera como una reivindicación de la cultura de la pobreza, que es la cultura que los españoles hemos tenido siempre y hemos perdido los últimos 20 años. Cuando empezó esto que los culpables de ella llaman crisis,tenía que escribir dos columnas a la semana, y eso al final acaba obligándome a tener mi propia teoría de lo que está pasando. Yo miraba a mi alrededor. Y en seguida me acordé de mi abuelo y pensé que si le dijera "mira qué crisis más horrorosa estamos viviendo", él se partiría de la risa. Para nuestros abuelos sería un contratiempo comparado con las crisis que ellos tuvieron que vivir. Mi abuelo jamás fue a la universidad, era más pobre materialmente, no viajó por el mundo ni era una persona cosmopolita, no hablaba idiomas, pero él, y la gente como él tenía una riqueza que hemos perdido, tenía una fortaleza que nosotros no tenemos.
Porque la verdad es que España ha sido un país de gente pobre, no necesariamente siempre un país pobre. Los españoles siempre hemos sido pobres, pero teníamos una cultura de la pobreza que nos permitía ser pobres con dignidad, y la pobreza se heredaba de padres a hijos, pero se heredaba también una forma de vivirla: la pobreza no era humillante, no era vergonzosa, ni culpable. La pobreza era la vida. Y la lucha contra la pobreza para que tus hijos vivieran mejor que tú era el sentido de la vida. Pero esa lucha no arrebataba la ilusión ni la esperanza ni la alegría. Esa ha sido la cultura de mi país hasta que hace 25 años nos dijeron que éramos ricos y que ya siempre íbamos a ser ricos. Y los españoles se lo creyeron. Y España se convirtió en un país de gente muy hortera bajo el valor de "felicidad es igual a consumo". Ese es el principio que hay que romper y recuperar la cultura de la pobreza, la cultura de nuestros abuelos, que usaban las cosas hasta que se rompían, que apreciaban el valor de las cosas. Eso es lo único que nos puede hacer fuertes para superar lo que estamos viviendo. Y ese es el punto de vista de Los besos en el pan, porque todos los personajes del libro han decidido resistir de una forma o de otra a este decreto que parece que nos ha caído encima a ser infelices, a ser pobres y a pasarlo mal".
No es vivir fácil vivir en Honduras. No es fácil vivir en un país con tanta inseguridad ciudadana, un país de contrastes, en el que es fácil perder la perspectiva de la realidad de mucha gente que, fuera de las ciudades, y en las ciudades mismo, en algunos barrios que quedan no demasiado lejos del mío pero que aparecen como una mancha negra en el mapa, hay tanta gente pasando tan mal, extorsionada y luchando por vivir, literalmente, cada día. No es fácil por la distancia y por los diferentes patrones culturales, que nos desubican y parece que jamás nos acostumbraremos del todo. Y, sin embargo, cada día buceo en las razones que me trajeron hasta aquí: mis ganas de abrirme al mundo y de contribuir con mi trabajo a intentar cambiar las cosas.
Sobre Honduras, y citando a Luis Cernuda, García Montero señaló: "A ver si somos capaces de progresar y de superar la pobreza sin perder la dignidad humana y sin caer en la prepotencia del lujo. Y eso es lo que yo le deseo a mi país y lo que le deseo a Honduras".
Almudena Grandes, por su parte, dejó este emotivo mensaje final: "España es un país de historia muy difícil. A veces tenemos la sensación de que tenemos muy pocos motivos para estar orgullosos de ser español. Y esa es una sensación que te oprime el corazón. Luego siempre encuentras motivos que te devuelven ese orgullo. Recuerdo una consigna que al final de la Guerra Civil fue capaz de galvanizar a mi país y que yo creo que encierra una verdad que no caducará nunca: "Resistir es vencer". Y yo todos los días de mi vida me repito que resistir es vencer.
Es verdad que el mundo es muy injusto, que hay gente que nace en países fáciles donde todo el mundo llora cuando escucha el himno y donde todo el mundo se pone la mano en el corazón cuando alzan la bandera, y todo es como perfecto y sonrosado. Pero la experiencia de los que hemos nacido en países difíciles es mucho más intensa, y apreciamos mucho mejor los claroscuros y los juegos de grises, y sabemos que las cosas nunca son blancas o negras, y que todo hay que matizarlo muy bien. La dificultad nos hace más sabios, y la resistencia nos hace más fuertes. Y aunque es duro, que no se nos olvide que mientras el mundo siga siendo el que es, cada día que resistimos es un día que hemos vencido".
Es mucho lo que me ha quitado Honduras. Pero mucho más lo que me da. Una oportunidad de crecimiento profesional y personal brutal. Unas playas hermosas, algunas noches locas y la posibilidad de redescubrir el valor de la amistad y el deseo. Una gente maravillosa y digna que, en medio de un pueblo adormecido, se aferra con fuerza y valentía a la construcción de un país mejor. Y la oportunidad de vivir tardes como esta, con mi escritora favorita y mi poeta favorito, para después ir a tomar una cerveza y cenar juntos, como en un sueño cumplido. Por eso, por la literatura y por la vida: Gracias Honduras. Gracias.
Texto: Ismael Cruceta @CajondeHistoria
Texto: Ismael Cruceta @CajondeHistoria