Beatus Ille fue la primera novela que publicó Antonio Muñoz Molina,
protagonista del mes en CAJÓN DE HISTORIAS, y desde el principio me asaltó la
grata sensación de estar ante una obra de total madurez, que entrañaba no ya a una
futura promesa de la literatura contemporánea española, sino a una realidad
tangible en poco más de 300 páginas.
El joven Minaya viaja hasta
Mágina, el pequeño pueblo de la Sierra de Jaén que viene a ser como Macondo o
Cochala en la obra de Muñoz Molina, un enclave creado por el autor con tanta
precisión que a uno le dan ganas de buscarlo en el mapa para hacer como el
protagonista (¿o quizá no tan protagonista?) y pasear por sus calles y sentarse en su
plaza, frente al lugar donde lincharon a aquel fascista mientras tenía lugar la
horrible guerra en la que perdimos todos, una guerra cuya cicatriz sigue
visible en la piel de los españoles tantísimos años después. El objetivo del viaje de Minaya es recabar información sobre Jacinto Solana (¿el verdadero
protagonista?), un escritor de allí cuya novela, titulada Beatus Ille, jamás
llegó a ver la luz y se perdió en el olvido, entre las obras que debieron
existir y no fueron más que fantasmas tristes. Muñoz Molina, a través de
Minaya, hace una búsqueda de la memoria, de la memoria colectiva y de la memoria de los protagonistas, de sus grandes y pequeñas miserias, siempre miserias, porque las cosas existen sólo si hay alguien, un interlocutor o un testigo, que nos permita recordar que alguna vez fueron ciertas. Una frase tremenda que me abofetea cada mañana y me obliga a escribir para que las palabras salven del olvido aquello que tuvo, que tiene lugar, que siento.