El mundo es una calle.
Que puede ser inmensa.
Lo cierto es que cuesta hablar de una novela como esta, que está tan viva por ser tan cierta, que es un lago hermoso y a la vez, si te adentras en sus aguas, sucio, por estático. Repito: es difícil hablar de El mundo.
Está novela es pura fantasía. Y a la vez, pura realidad. Son las memorias de infancia de un niño, Juanjo, en una calle que le servía de refugio ante un mundo hostil. Es una historia de amistad, la que le une a Vitaminas, una historia que es hermosa y triste a la vez, porque hay veces que las mayores tristezas son capaces de conformar la belleza más sublime. También hay una pizca de sensualidad y amor primero, y alguna anécdota memorable de la edad adulta del protagonista, que no es otro que el propio autor (¿o no?): Juan José Millás.
Está novela recibió el Premio Planeta en 2007 y el Premio Nacional de Narrativa un año más tarde. Hay días que pienso que ambos galardones fueron más un reconocimiento a una vida dedicada a las letras que a la novela en sí, que no es una obra magistral. Otros días pienso que El mundo es una lectura que hiere a largo plazo, y que esa herida la sintieron temprano los miembros del jurado de esos premios.
Una novela para leer y para releer (lo haré algún día y cuando lo haga volveré a escribir sobre ella), también para reflexionar sobre aquello que el autor nos cuenta (he tardado 6 meses en sentarme a escribir esta reseña), hechos y sentimientos que parecen tan íntimos y a la vez son tan universales. Esta novela es como mirar en un archivo de la historia de España, la más sencilla y la más real, la que va con hache minúscula, la del frío que se cala en los huesos y la del hambre de una ciudad gris, Madrid, que vivía en una dictadura gris y opresivamente católica. Esta novela lleva a entender la euforia de principios de siglo, la neurosis perenne a punto de quebrarlo todo. Eso es (era) el mundo. Y esto es El mundo.
Texto: Ismael Cruceta @CajondeHistoria
Texto: Ismael Cruceta @CajondeHistoria