Gracias a uno de esos pequeños milagros que tiene la blogosfera conocí esta novela y a este autor. Fue además, una blogger amiga, Lady Boheme, quien me advirtió que sería un libro muy duro. Pero leyendo su reseña, intuí que sería una de esas novelas que me gustarían.
Un matrimonio feliz es la historia de amor entre Enrique Sabas y su mujer, Margaret. Una historia sencilla, demasiado común, pero contada con tanta lucidez y tanta crudeza que es difícil resistirse a su luminosidad y a su desdicha. Es la historia de un escritor enamorado y entregado. Es la historia de una mujer que padece un cáncer terminal y que desea morir con dignidad.
Rafael Yglesias combina los capítulos de la juventud, del florecer de ese amor en los que viaja al Nueva York de los años setenta, cuando se conocieron, con los capítulos de la actualidad, posteriores a la caída de las Torres Gemelas, cuando Margaret está a punto de fallecer y quiere organizar sus despedidas. Yglesias equilibra la alegría y la pena con maestría, porque la muerte que se aproxima es demasiado triste.
Esas despedidas en algunos momentos empañan la vista, empaña la vista el dolor de una madre (muchas veces insoportable) que tiene que despedirse de su hija amada, empaña la vista el dolor de un hijo adolescente que se niega a crecer sin la mano y la voz de su madre para apoyarle y regañarle. Pero mis frases no son capaces de hacer justicia a la veracidad con la que Yglesias consigue revestir tales momentos, despojándolos de cursilerías almibaradas o dulces o tramposas, sino que consigue captar la esencia justa de un momento así, y esa veracidad hace a esta novela más dura, casi insoportable, para un lector hipersensible.
Es un libro precioso, con tintes autobiográficos, escrito con un pulso firme que no tiembla, que no se avergüenza de contar las pequeñas miserias del sexo joven ni el dolor extremo que produce ver a la persona amada convertida en una sombra triste de lo que fue. Pero no sólo es la historia lo que consigue atraparte e introducirte en el mundo complejo de una pareja con treinta años de pasado común a sus espaldas, sino que son los personajes, Enrique y Margaret, Margaret y Enrique, los que consiguen enamorarte.
Él, con la inocencia joven, las frustraciones laborales de un escritor que no consigue vivir cómodamente con sus novelas, y se ve “obligado” a escribir guiones. Él, que se describe con humanidad y sinceridad, sin tapujos, contando todo lo bueno que tiene y también sus debilidades, sus miedos.
Ella, con un carácter carismático que la hace especial, pero que termina abocada en ocasiones a ser un ama de casa burguesa y común. Y ambos, juntos, consiguen fortalecer ese amor que crece, que adquiere nuevos matices a lo largo de los años, que se convierte en algo hermoso y que consigue superar incluso una profunda crisis que llevó a ambos a la abnegación, pero la fuerza que les unía, el saber que el otro estaría ahí aún cuando más necesita, lo convierte todavía más especial.
No han sido pocas las lágrimas que he derramado, lágrimas de tristeza, pero también lágrimas de admiración por Enrique, lágrimas de gratitud por la sinceridad de Rafael Yglesias. Y lágrimas de envidia por ese amor tan limpio que tuvieron la suerte de encontrar, de proteger, de cuidar de las heridas, y cuando las heridas llegaban, tuvieron la paciencia infinita de curarlas para que el tiempo les salvara de la soledad.
Qué perra a veces es la vida, qué bello es a veces encontrarse con novelas como esta.