La risa más amarga del cine.
Eso es lo que consigue Joaquin Phoenix, protagonista del mes en CAJÓN DE HISTORIAS, además de asegurarse el Óscar como Mejor Actor Protagonista del próximo año.
Porque Joker es sobre todo (o solamente) Phoenix en un derroche interpretativo brutal y desgarrador.
La película tiene algunas cosas interesantes de fondo: el abordaje de la salud mental en las políticas públicas, que no tienen la relevancia que debería. También la incitación a la violencia que promueve el capitalismo radical.
Y estos temas hacen que se convierta en un drama, el dama de un hombre enfermo y atormentado, marcado de por vida y expulsado por la sociedad. Y, sobre todo, estos temas la convierten en una película incómoda -de una fuerza visual y musical impecable- que se pega a la piel como la pintura a la cara del Joker y que plantea al espectador algunas disyuntivas sobre dónde quiere estar y cómo.
Pero, -por ponerle un pero, porque no creo que estemos ante una obra maestra tampoco- Todd Phillips (que hasta la fecha lo más relevante que había hecho era firmar la saga de Resacón en Las Vegas) no termina de darle un sentido completo a la película.
Joker se queda en un espectáculo complaciente para que su actor se luzca, y vaya si lo hace, pero esta precuela deja la sensación de ser solo la primera parte de algo, al más puro estilo serie de Netflix y HBO. Es impecable en la forma pero ambigua en el fondo.
Texto: Ismael Cruceta @CajondeHistoria