Crítica de 12 AÑOS DE ESCLAVITUD, de Steve McQueen

¿De verdad era necesario, Steve McQueen?

¿De verdad era necesario tanto dolor, tanto?

Tanto como para mirar el reloj durante la proyección en varias ocasiones, pidiendo al cielo que se acabara ya esa tortura que no nos da tregua. Porque las películas duelen. Las verdades duelen. Para los Estados Unidos esa, la esclavitud de la población de raza negra durante tantas décadas, es su lacra, su etiqueta que sigue pegada en la piel, que no consiguen quitarse por mucho jabón y por mucha agua que apliquen. Cada país tiene la suya, aquí en España tenemos un pasado colonizador que nos abofetea de vez en cuando, y ya han pasado cinco siglos, y tenemos una Guerra Civil con heridas abiertas, muertos en las cunetas y fascistas, franquistas, en el gobierno (véase Gallardón). Cada palo que aguante su vela. Ellos tienen la esclavitud, tienen a los negros para recordarles durante siglos que vulneraron los derechos humanos de miles de personas, que los denigraron (curiosa raíz etimológica la de esta palabra), los trataron como animales.

12 años de esclavitud es el relato de un hombre que dejó de serlo durante doce años. Es un dolor instalado en el alma. Es demasiado dura para poder afirmar que es maravillosa, que gusta. Ni la fotografía impecable, ni las interpretaciones magistrales, ni la dirección valiente son suficientes para aplicar epítetos amables a esta película. No los merece. Y Steve McQueen no los quiere. Si los quisiera habría caído en sentimentalismos, habría aplicado luz y esperanza a una historia horrenda, la de Solomon, que durante más de una década dejó de ser persona para ser esclavo. De Shame, su anterior película, dije que era negra teñida de azul. 12 años de esclavitud es negra, sin tintes. ¿Os podéis imaginar lo difícil que es hacer una película así? Sólo un punto blanco aparece al final, tan imperceptible que se difumina entre tanta angustia. 

Ganará unos cuantos premios Oscar. Ganará Chiwetel Ejiofor por su interpretación descarnada (a veces en el sentido más literal de la palabra). Y quizá hasta se lleve el premio gordo de la noche, el de Mejor Película, por su corte clásico y por sus agallas, por su suciedad y por la incomodidad que crea en el espectador. Michael Fassbender está brutal, pero brutal. Lupita Nyong'o encarna la desolación, pocas veces se ha visto algo así. Y luego, toda una gama de secundarios que son dignos de mención, que no desaprovechan ni uno sólo de sus planos, que exprimen el guión al máximo: Paul Dano, Paul Giamatti, Sarah Paulson o incluso Brad Pitt, el más flojo del elenco.

Han pasado ya varios días desde que fui al cine y sigo preguntándome lo mismo:

¿De verdad era necesario, Steve McQueen?

Texto: Ismael Cruceta @CajondeHistoria