En esta novela inquietante de Herta Müller, Premio Nobel de Literatura en 2009, encontramos, quizá, destellos de su propia vida. Protagonizada por cuatro amigos, narrada por la única mujer entre esos cuatro, La bestia del corazón se inicia tras el suicidio de Lola en plena dictadura de Ceaucescu, y como el régimen intenta anular a aquellos individuos opositores.
Estos cuatros personajes que brillaban juntos y que fueron apagándose con el paso de los años, estos personajes que una y otra vez eran perseguidos y vejados por el capitán Pjele y su perro Pjele. Que siempre hablaban y no decían aquello que pensaban, ya que sus palabras estaban maquilladas de silencios y sus cartas contenían siempre un cabello que significaba que no habían sido leídas. Cuatro personajes que se apagaron hasta el suicidio, unos. Hasta la huida, otros. Y huir, dejar de impregnarse las manos con tu tierra es como morir un poco también.
Es una novela en la que ser respira el ambiente opresor, la anulación de la dignidad humana. El miedo. El horror. Pero el estilo de Müller está cargado de bellas imágenes, de una prosa poética que recubre el texto. Una mezcla que parecía imposible y que rezuma maestría.
No es fácil leer a esta autora. No está siendo fácil escribir esta reseña. No es fácil porque el dolor callado se mete entre las líneas de las palmas de las manos, entre las idas y venidas en el tiempo, entre la infancia humilde y el presente negro. No es fácil por la tristeza, que es como la bestia del corazón.
Las frases:
Eran como los sueños, que caben en la boca pero no sobre el papel.
En una dictadura no pueden existir ciudades, porque todo queda pequeño cuando está vigilado.
Cuanto menos quería vivir, tanto más quería maquillarme.
Me habría gustado arrancarme el amor, arrojarlo al suelo y pisotearlo.
He leído En tierras bajas y su capacidad de concisión y profundidad en ello me ha gustado, aparte de hallarle en parte experimental en algunos cuentos, y saber contener emociones en retratos duros carentes de facilismos. Este lo apunto, como todo lo de ella, es una gran autora. Un abrazo.
ResponderEliminarMe apunto En tierras bajas, sin duda es una autora para repetir!!!
EliminarProbablemente la mejor escritora viva, como diría uno de los mejores lectores que conozco. Es impresionante la prosa de Müller, lo he leído todo menos los ensayos y las conferencias. Este es mi favorito junto a Hoy hubiera preferido no encontrarme a mí misma.
ResponderEliminarMe apunto el que nombras. Esta es la primera novela suya que leo, así que no puedo escribir tus palabras, por ahora... ;)
Eliminarun abrazo!
Y yo sin estrenarme con esta autora...
ResponderEliminarBesotes!!!
Bueno, hay que estrenarse en el momento adecuado, eso te lo digo ya, jejeje
Eliminarun besote!!!
Pues anotadísimo queda, que no he leído a esta autora y creo que es una buena opción para empezar =)
ResponderEliminarBesotes
A mí me ha gustado, así que ya me contarás si finalmente te animas!!
Eliminarbesotees!!
Yo también me lo llevo anotadísimo, que aún no conozco a la autora y, si te ha provocado las sensaciones que se desprenden de tu reseña, creo que me gustará leerla. Así que gracias por descubrírmela :)
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias a ti por leerme!! Me han gustado mucho las imágenes de la novela. preciosas.
Eliminarun abrazo!
¡uf! la segunda frase que has seleccionado.
ResponderEliminarUna autora para tener en cuenta.
Un abrazo
Tremenda, verdad???
EliminarYo me la llevo para repetir en el futuro.
un besote!
El último párrafo de esta reseña está cargado de fuerza e incita cualquier lector a desear perderse en sus páginas. Por el momento, Muller es otra de mis asignaturas pendientes. Buena reseña. Un abrazo,
ResponderEliminarMil gracias offus!!!! creo que Muller es de las tuyas, ya me contarás!!
Eliminarun abrazo!!!!
Estas son algunas de las frases que señalé:
ResponderEliminar-La quietud de la hiedra desgarraba el alma.
-Sobreinfinito es una ventana que no desaparece cuando alguien cae por ella.
-El amor crecía en una maraña de hierba y paja, se convirtió en la más fría de las aseveraciones en mi frente. Era mi planta más necia.
-Cuando callamos nos tornamos desagradables, dijo Edgar. Cuando hablamos, nos tornamos ridículos.
-Se dijera lo que se dijera, siempre era definitivo. Con las palabras en la boca aplastamos tantas cosas como con los pies sobre la hierba, así era cualquier despedida.
-Quiénes eran esos dos seres humanos
no creo que nunca lo sepamos.
-En el espejo vi mi rostro y los ojos de nadie.
-Todos los que me conocen me creen