lunes, 22 de julio de 2013

CARLOTA FAINBERG, de Antonio Muñoz Molina


 


Estamos ante una de las novelas breves e intensas de Antonio Muñoz Molina, protagonista del mes en CAJÓN DE HISTORIAS, un ejercicio literario que, en tan pocas páginas, entraña una calidad inmensurable.

Es la historia de un encuentro casual en un aeropuerto de Estados Unidos: dos hombres españoles, una larga espera de un avión, y una historia, la de Carlota Fainberg. Abengoa, un ejecutivo de una empresa que vuela a Miami, y Claudio, que trabaja en la universidad de Pittsburg y está buscando afianzar su puesto. Cuando Abengoa le pregunta por su destino y el otro le contesta que es Buenos Aires, el ejecutivo no duda en contarle su experiencia personal allí, su encuentro en un viejo hotel con Carlota Fainberg, con la que vivió una tórrida historia de amor.

Pero lo mejor de esta novela no es el argumento en sí mismo, sino la manera en la que Muñoz Molina lo cuenta, con una tremenda lucidez, dibujando dos personajes a la perfección en sus gestos, en sus manías, en el exacerbado “españolismo” de uno y en la cursilería e incluso pedantería del otro, que introduce en su narración una enorme cantidad de palabras inglesas. 



En Carlota Fainberg, bajo la superficie del amor y la muerte, encontramos un retrato sociológico de enorme profundidad, describiendo los modismos culturales, los contrastes y, lo más complejo, encontramos una conversación –un monólogo más bien, el de Abengoa- de una veracidad total, tanto que el lector es capaz de escuchar su voz, de oír sus chascarrillos, de ver como se remanga la camiseta para mostrarle al otro como todavía se le ponen los pelos de punta cuando recuerda algo en concreto que le  produce un sobrecogimiento. 

Pero incluso va más allá, y en su maestría, el autor es capaz de describir a la perfección las sensaciones de todos aquellos expatriados a los que su verdadero hogar les queda tan lejos. Nos queda tan lejos. Viviendo en América hay veces que uno se siente, por sorpresa, horriblemente solo. De un lado y del otro lado del océano, también la sensación de aquellos migrantes latinos que tuvieron que instalarse en Madrid, buscando lo que buscamos todos, al fin y al cabo: una vida mejor. Siempre me decía que en los años del exilio Madrid le suavizaba la nostalgia de volver, y que caminando por Lavapiés o La Latina, sobre todo de noche, tenía la sensación de que estaba en San Telmo. 

Una novela corta sin pudores, el propio autor lo cuenta en el prólogo: “muchas novelas que se publican ahora son, técnicamente, cortas, pero sus autores y sus editores procuran no decirlo, sabiendo que aquí lo breve se califica de menor y se considera secundario (…) Pero la novela corta es tal vez la modalidad narrativa en la que mejor resplandece la maestría”. No puedo estar más de acuerdo, desprestigiar una obra por su extensión no denota más que unos prejuicios injustos.

En definitiva, una pequeña obra maestra, un ejercicio literario sublime, escrito con extrema precisión, donde cada palabra tiene su valor y su entidad necesarias. Absolutamente recomendable, ya lo decía mi madre “los mejores perfumes son los que se guardan en frascos pequeños”.

5 comentarios:

  1. Solo he leído un libro de este hombre y fue hace mil años, tengo ganas de repetir con él =)

    Besotes

    ResponderEliminar
  2. Shorby, te recomiendo estas novelas cortas: Carlota Fainberg, El dueño del secreto o En ausencia de Blanca, las tres me parecen ejercicios literarios de enorme calidad!! un besote!!

    ResponderEliminar
  3. Otro que me llevo apuntado, que tampoco lo conocía. Menos mal que existen las bibliotecas, que si no, esto sería una ruina...
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
  4. Otra que irremediablemente voy a tener que apuntarme. Ésta me llama incluso más que la anterior.
    Un besote

    ResponderEliminar

¡GRACIAS POR COMENTAR! Toda aportación respetuosa que genere debate y fomente el pensamiento crítico es bienvenida.