Estamos ante una de
las novelas breves e intensas de Antonio Muñoz Molina, protagonista del mes en
CAJÓN DE HISTORIAS, un ejercicio literario que, en tan pocas páginas, entraña
una calidad inmensurable.
Es la historia de
un encuentro casual en un aeropuerto de Estados Unidos: dos hombres españoles,
una larga espera de un avión, y una historia, la de Carlota Fainberg. Abengoa,
un ejecutivo de una empresa que vuela a Miami, y Claudio, que trabaja en la universidad
de Pittsburg y está buscando afianzar su puesto. Cuando Abengoa le pregunta por
su destino y el otro le contesta que es Buenos Aires, el ejecutivo no duda en
contarle su experiencia personal allí, su encuentro en un viejo hotel con
Carlota Fainberg, con la que vivió una tórrida historia de amor.
Pero lo mejor de
esta novela no es el argumento en sí mismo, sino la manera en la que Muñoz
Molina lo cuenta, con una tremenda lucidez, dibujando dos personajes a la
perfección en sus gestos, en sus manías, en el exacerbado “españolismo” de uno
y en la cursilería e incluso pedantería del otro, que introduce en su narración
una enorme cantidad de palabras inglesas.
En Carlota
Fainberg, bajo la superficie del amor y la muerte, encontramos un retrato
sociológico de enorme profundidad, describiendo los modismos culturales, los
contrastes y, lo más complejo, encontramos una conversación –un monólogo más
bien, el de Abengoa- de una veracidad total, tanto que el lector es capaz de
escuchar su voz, de oír sus chascarrillos, de ver como se remanga la camiseta
para mostrarle al otro como todavía se le ponen los pelos de punta cuando
recuerda algo en concreto que le produce
un sobrecogimiento.
Pero incluso va más
allá, y en su maestría, el autor es capaz de describir a la perfección las
sensaciones de todos aquellos expatriados a los que su verdadero hogar les
queda tan lejos. Nos queda tan lejos. Viviendo
en América hay veces que uno se siente, por sorpresa, horriblemente solo. De
un lado y del otro lado del océano, también la sensación de aquellos migrantes
latinos que tuvieron que instalarse en Madrid, buscando lo que buscamos todos,
al fin y al cabo: una vida mejor. Siempre
me decía que en los años del exilio Madrid le suavizaba la nostalgia de volver,
y que caminando por Lavapiés o La Latina, sobre todo de noche, tenía la
sensación de que estaba en San Telmo.
Una novela corta
sin pudores, el propio autor lo cuenta en el prólogo: “muchas novelas que se
publican ahora son, técnicamente, cortas, pero sus autores y sus editores
procuran no decirlo, sabiendo que aquí lo breve se califica de menor y se
considera secundario (…) Pero la novela corta es tal vez la modalidad narrativa
en la que mejor resplandece la maestría”. No puedo estar más de acuerdo,
desprestigiar una obra por su extensión no denota más que unos prejuicios
injustos.
En definitiva, una
pequeña obra maestra, un ejercicio literario sublime, escrito con extrema
precisión, donde cada palabra tiene su valor y su entidad necesarias.
Absolutamente recomendable, ya lo decía mi madre “los mejores perfumes son los
que se guardan en frascos pequeños”.
Solo he leído un libro de este hombre y fue hace mil años, tengo ganas de repetir con él =)
ResponderEliminarBesotes
Shorby, te recomiendo estas novelas cortas: Carlota Fainberg, El dueño del secreto o En ausencia de Blanca, las tres me parecen ejercicios literarios de enorme calidad!! un besote!!
ResponderEliminarOtro que me llevo apuntado, que tampoco lo conocía. Menos mal que existen las bibliotecas, que si no, esto sería una ruina...
ResponderEliminarBesotes!!!
Jajaja!! estoy de acuerdo!!! vivan las bibliotecas!!
EliminarOtra que irremediablemente voy a tener que apuntarme. Ésta me llama incluso más que la anterior.
ResponderEliminarUn besote