Un viaje, un viaje así, jamás lo devuelve a uno al lugar de procedencia en las mismas condiciones en que salió.
Rebuscando en Amazon, encontré esta recopilación de artículos que escribió Maruja Torres en 1992 para El País. Se trata de un viaje en tren por América, por El Sur, de Chile a México, de sur a norte, hasta la frontera con Estados Unidos, donde los sueños cambian de forma (se deforman, diría yo). Fueron diez semanas. Diez semanas para impregnarse de un continente que entonces estaba devastado, saqueado constantemente, a veces por unos (España, siglo XV), a veces por otros (Estados Unidos, siglo XX), a veces por ellos mismos. E incluso devastado lucía hermoso, como no hay otro.
La escritora relata la pobreza y la riqueza encontrada en muchos de esos países mientras peleaba por encontrar un tren en el que continuar su viaje. El ferrocarril decrépito que ya no existe. Todos mis viajes por Latinoamérica los he hecho en autobús, nunca en tren. Solo uno turístico para ir desde Cusco a Machu Picchu. El resto de trayectos, en bus. Y en Uyuni, en Bolivia, pude ver el cementerio de trenes, una fotografía de otro tiempo, una estampa de una decrepitud antigua, porque, por por suerte, muchos de esos países del continente supieron desasirse de esas cadenas para levantar el vuelo, para respirar de otra manera. O, al menos, están aprendiendo a hacerlo, a construir futuro. Parece que ganaron, por fin y afortunadamente, algunas revoluciones ciudadanas.
Y lo más gracioso es que, curiosamente, la mayor parte de este libro, la leí en un tren, recorriendo Irán. Un viaje dentro de otro viaje, para rememorar recuerdos de Chile, de Bolivia, de mi Bolivia querida, de Perú y Ecuador. Para aumentar las ganas de sentir Argentina, de bañarme en las playas de Colombia y de caminar por Centroamérica.
Es un libro breve, el germen de Amor América, un viaje sentimental por América Latina. Un relato de supervivencia, la supervivencia de la propia escritora, la de un continente y también la de la gente, la gente latinoamericana. Es un canto de amor por su dignidad, por su vitalidad pegada a la piel y por sus ojos a veces tristes. Estaba empezando a dolerme decir adiós a tanta gente a la que ya quería.
Y de repente, un par de frases llegan para punzarte el corazón. Que guardo en un lugar destacado al que volver a menudo cuando no sepa por donde seguir:
Camino de Puno, para tomar el tren con destino a Cuzco, me prometí que alguna vez tendría que regresar a Bolivia. Y estas promesas forman parte de las argucias con que una se las arregla para tolerar la nostalgia.
Os dejo una de mis canciones favoritas, Canción con todos, para que suene mientras leéis a Maruja Torres. Siento al caminar toda la piel de América en pie y anda en mi sangre un río que libera en mi voz su caudal...
Texto: Ismael Cruceta @CajondeHistoria
Mmmmm... pues creo que no me termina de llamar U.U
ResponderEliminarBesotes
No será el libro con el que me estrene con la autora, pero tampoco lo descarto por completo.
ResponderEliminarBesotes!!!
No lo conocía cada vez tengo más ganas de retomar a esta autora. Muchos besos.
ResponderEliminarPues nunca he leído a Maruja Torres. Si es que me queda mucho camino por recorrer... jajaja.
ResponderEliminarMe encanta la canción, no la conocía.