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viernes, 25 de enero de 2013

LOS MISERABLES, de Tom Hooper


Uno necesita dejar reposar las sensaciones tras el visionado de esta película, porque la sensación primera que se queda pegada a la parte más superficial de la piel es de apabullamiento, grandiosidad, y se requieren días para que traspase esa fina capa y se instale más profundo, entre el corazón y el estómago.

Tom Hooper (que ganó el Oscar con la efectiva y quizá sobrevalorada El discurso del rey) demuestra que es un director con una visión sólida del cine que quiere, un cine arriesgado y que no está al alcance de la mano de cualquiera. Demuestra, asimismo, que su Oscar como Mejor Director no fue casualidad y que tiene intención de quedarse entre los más grandes. Con Los miserables se ha superado. Se ha superado porque la producción es mucho más ambiciosa, porque la historia que creó Victor Hugo requiere una enorme capacidad de síntesis para plasmar aquello realmente importante en la pantalla, y porque, una vez más, ha demostrado ser un gran director de actores, sacando lo mejor de un elenco interpretativo que debe estar eternamente agradecido por haber formado parte de Los miserables.

Hugh Jackman hace la mejor interpretación de su carrera, un papel complejo y que requiere una gran preparación. La evolución física y psicológica de su personaje es palpable, y de muestra que es capaz de cantar, interpretar y transmitir aquello que desea. Ya ha ganado el Globo de Oro, ¿ganará también el Oscar? Bien lo merecería.

En el reparto encontramos también a Russell Crowe, un actor que siempre me ha disgustado por inexpresivo, pero esta vez conseguir hacer de su inexpresión pura frialdad, incluso tiene destellos de brillantez y tormento en los minutos finales.

Asimismo, el cartel lo completan Eddie Redmayne, vocalmente algo más limitado, pero consigue estar correcto; Amanda Seyfried y Samantha Barks, mejor la segunda que la primera; o los estrambóticos Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter, ciñéndose una vez más a un papel que parece que ya han hecho antes.

Mención especial requiere Anne Hathaway, protagonista del mes en CAJÓN DE HISTORIAS, en un papel secundario pero impactante. Su momento cumbre llega pronto, no ha avanzado demasiado el metraje todavía, y su interpretación de I dreamed a dream te parte en dos, te deja bañado en lágrimas. ¿cómo es capaz de hacer algo así?

En definitiva, uno tiene la grata sensación final de haber visto una película majestuosa, un musical bien hilado, unas interpretaciones que forman parte ya de las grandes interpretaciones de la Historia del cine. Y, por encima de todo esto, sobresale la gratitud a Tom Hooper por conseguir que uno sienta tantas ganas de leer la obra de Victor Hugo, que tiene que ser, seguro, una obra magistral, objeto de profunda admiración.

jueves, 23 de febrero de 2012

LA INVENCIÓN DE HUGO, de Martin Scorsese


Cuesta escribir una crítica cuando los cinéfilos se han posicionado en bloque a favor del último filme del prestigioso director Martin Scorsese. Pero me cuesta más ser políticamente correcto por el simple hecho de que mis palabras puedan disgustar. Al fin y al cabo, CAJÓN DE HISTORIAS es un espacio de opinión, perfecto para compartir distintas sentencias desde el respeto y crear un debate enriquecedor. Por eso, esta crítica a La invención de Hugo será más negativa que positiva. Puede que las buenas y las malas palabras se equilibren, porque la película tiene una diferenciación muy marcada entre la línea argumental y la técnica, pero claro, el balance final es negativo, porque la parte artística pesa más, a pesar de su belleza visual.

La vi en un pase matinal para prensa. A los cuarenta minutos había bostezado ya tres veces. A la hora y cuarto miré a mi compañero y levanté la mano con el pulgar hacia abajo, ya saben lo que significa este gesto. Desde ese momento preciso, comenzó a mejorar bastante, aunque claro, imposibles de olvidar eran ya esos bostezos. Al salir de la sala, lo primero que escucho es decir a uno de estos críticos de siempre, estos de gafas de pasta pegadas a la sien desde mucho antes de que el término “gafapasta” existiera, un crítico, porque no decirlo, de estos algo rancios, que la película era “un homenaje al cine precioso”. Y sí, indiscutiblemente es un bonito tributo al cine. Pero este año, con La invención de Hugo y The artist he llegado a la conclusión de que hacer una manifestación de amor al cine de otro tiempo es un requisito fácil para meterse a los cinéfilos en el bolsillo. El año pasado ganó el Goya al Mejor Cortometraje Documental Memorias de un cine de provincias, un corto que era un halago al cine desde sus inicios. Un Goya me parece excesivo. Y en este sentido, me parecería excesivo que se le diera el Oscar a la Mejor Película a La invención de Hugo, cuando no ha conseguido removerme las entrañas, ni hacerme llorar, ni reír, ni producirme la fascinación que produce el cine con mayúsculas.

Auguro el éxito en los premios técnicos: Montaje, Dirección Artística, Efectos visuales y sonoros, incluso fotografía, con permiso de El árbol de lavida. Es una preciosidad visual, sí, y quién puede dudar de la mano maestra de Scorsese, que se ha esforzado para que el 3D sea 3D de verdad. Una película que trascurre en un París que suena a París, que intenta parecer la ciudad del amor aunque es demasiado evidente que no lo es.

La película está protagonizada por niños que me parecen demasiado sobreactuados, gracias al cielo que entre ellos destacan las tablas de Ben Kingsley, que da vida al mítico Méliès, creador de sueños imposibles. Pero hoy todos estamos acostumbrados a esa luz y a esa magia, por eso quizá La invención de Hugo no encaja conmigo, porque la magia, si no viene acompañada de un muelle que me haga dar un pequeño bote en mi butaca, un pequeño bote emocional, un sobresalto, no termina de convencerme. 

En definitiva, un Scorsese desconocido para todos, más épico si cabe, más romántico y menos Scorsese. Yo me quedo con su faceta más vertiginosa, con sus Infiltrados, incluso con Shutter Island. Ese es mi dictamen. La invención de Hugo es un hermoso homenaje al cine, sí, de eso no cabe duda, pero a mí no me basta con eso, y es una película que me transporta por caminos rectos, sin recovecos, que sé adónde me llevaran sin sorprenderme, que se pierde superponiendo historias dulzonas, creadas para complacer. Regresa, Scorsese, regresa.


Sígueme en Twitter: @ismaelcruceta