sábado, 28 de junio de 2014

RESEÑA | NO ME CUENTES TU VIDA, de Luis García Montero


No me cuentes tu vida es la última reseña que aparece en CAJÓN DE HISTORIAS durante este mes dedicado a Luis García Montero. Es una historia actual, de esta España nuestra, en la que se mezclan los acentos y los colores, y los sueños y los ideales lucen desgastados, y la crisis, la maldita crisis, está siempre presente.

Es la historia de Juan Montenegro, que decide escribir en unos cuadernos la historia de su vida, contarle su "visión de los hechos" a su hijo Ramón, de 23 años, que ha comenzado una relación sentimental con Mariana, la criada rumana de la familia. En el relato, como en la vida, caben alegrías y miserias, cabe el amor y la literatura.

Desde muy al principio he tenido la sensación de que el protagonista, Juan Montenegro, es un comunista del siglo XXI, uno de esos que lucharon contra la dictadura franquista con tanto fervor y que, con el tiempo, se han ido aburguesando, y ahora nos les queda más que un discurso leve, si no vacío. En sus entrañas sigue latiendo con fuerza esa implicación política y social, pero en las acciones la moderación resulta patente. La novela narra muy bien esa manera de pensar y de vivir, que a veces no casan del todo, aunque se esfuerce. Y el protagonista cae bien, es fácil entender sus razones, su vida. Hay algunos ejemplos muy representativos, eso sí, de esos actos o palabras tan opuestos a los que se predica, o a lo que dice pensar: cuando algún comunista le dice a su exmujer, comunista también, durante el proceso de divorcio, "sácale todo lo que puedas".

Alrededor de Juan hay otros personajes: Ana, la suegra, una mujer brillante, activa; Lola, la esposa intelgente, que es el amor vivo y a la vez sereno; Ramón y Mariana, que son ideológicamente flojos, "tu hijo vota al PSOE", se dice en algún momento del libro, y especialmente pasivos, atolondrados por una sociedad a la que llegó una crisis inesperada y dejó paralizados a tantos jóvenes. Y también otros dos personajes, muy bien perfilados: Andrés Martín, el pintor amigo íntimo de la familia; y Pedro Alfonso, un poeta ya fallecido sobre el que Juan está escribiendo una novela. En la vida de ese poeta reconocemos a Rafael Alberti, que vivió en el exilio, que murió siendo comunista. También están las historias pequeñas del principio de la segunda parte de la novela, que guardan las páginas más brillantes de la novela con la historia de Felicia y de los vecinos bolivianos, de Rurrenabaque, un lugar maravilloso y verde en el que, por cierto estuve el año pasado, y de su hijo, que nació en Móstoles, como yo. Esas páginas se me han quedado en el corazón y me han emocionado. Y al, final, como un regalo del autor, Luminita, la abuela rumana de Mariana, un personaje brillante que es la dignidad y la demostración de que las cosas siempre depende de los ojos con los que se miren. Luminita que se mantiene fiel a una forma de pensar, de vivir, y siempre crítica con dignidad. 

La novela, publicada por la Editorial Planeta (¿por qué la editaría Planeta si Luis García Montero ha publicado siempre con Alfaguara? ¿Se presentaría quizás al Premio Planeta?), me ha gustado porque refleja muy bien el cambio generacional de España y, a la vez, porque es un canto de amor de un padre a un hijo, y eso es algo que no abunda tanto en la literatura.

Pero sobre todo, me ha gustado porque es una fotografía de un país al que le estalló una crisis económica, política y social en la cara. Y cómo eso, a pesar de tantas cosas malas, como los comentarios racistas que se escuchan de vez en cuando entre los ignorantes, a veces incluso entre los propios inmigrantes, ha servido, está sirviendo para despertar de un aletargamiento y promover un cambio necesario. Una lectura muy recomendable. 

Las frases:
La libertad es otra mentira más, una confusión, igual que la democracia. 

El capitalismo ha vencido porque es más hijo de puta que el comunismo.

Aquí se repite mucho que el pueblo es paciente, estoico, que se toma cualquier desastre con paciencia. No es verdad, aquello no era paciencia. Prefiero llamar a las cosas por su nombre. Era humillación, una penumbra mural, un miedo convertido en mediocridad, en incapacidad para vivir al margen de la corriente. Pero de pronto todo estalló y confié en volver a respirar bajo un color distinto.

Texto: Ismael Cruceta

4 comentarios:

  1. Me gusta que los autores reflejen no sólo la realidad deseada o soñada, sino la que está al pie de la calle. Tengo ganas de leer (volver a leer) a Luis García Montero, así que me lo llevo anotado.

    Gracias y un saludo

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  2. No ha estado mal esta forma de terminar el mes. Besos.

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