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miércoles, 20 de octubre de 2010

ANTES QUE ANOCHEZCA, de Julian Schnabel

El director Julian Schnabel nos ofrecía en su segunda película un acertado retrato de la vida del escritor cubano Reinaldo Arenas. Un biopic de dos horas desde el nacimiento hasta la muerte del artista que huyó de la isla y luchó contra la revolución castrista que sigue vigente todavía.

Julian Snchabel supera el difícil reto de hacer un recorrido vital interesante, con una narrativa cinematográfica efectiva y dotar a la película de un aire añejo, de los años sesenta, un aire de documental también para hacerla más certera. De la euforia de la juventud revolucionaria a la opresión de la dictadura. Y todo con una banda sonora que recopila algunas de las más míticas canciones de la música tradicional cubana.

Un reparto en el que encontramos cameos de un jovencísimo Diego Luna, una siempre maravillosa Nawja Nimri, un irreconocible Sean Penn y, sobre todo, Johnny Depp en un doble papel: uno de travesti y otro de teniente, siendo el único que consigue captar la atención del espectador debido a que Javier Bardem colma la pantalla en todo momento. Y como secundario a Olivier Martinez en el papel de Lázaro, que acompañó a Reinaldo Arenas en la última etapa de su vida, pero que no consigue destacar.

Arenas, en la madurez de su vida se establece en Estados Unidos y se define a sí mismo como: escritor, anticomunista, anticastrista y homosexual. Todos los ingredientes para ser perseguido, encerrado, maltratado y denostado. A él le da vida Javier Bardem en un ejercicio de mimesis sorprendente. Bardem con acento cubano, con una manera de moverse, de expresarse que resucitan a Reinaldo Arenas. Y para aquellos que ven la película sin saber nada del escritor, lo que van a encontrar es una interpretación de gran complejidad por estar llena de matices, por pasar de la sonrisa a la tragedia. Bardem que consiguió su primera nominación al Óscar hace ahora una década por este papel, que finalmente ganó Russell Crowe (¡tan patéticos los académicos a veces! Bardem merecía mil millones de veces más este premio). Una interpretación luminosa, incluso en los momentos más dramáticos.

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domingo, 26 de septiembre de 2010

LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA, de Julian Schnabel

Tenía ganas de ver esta película desde que se estenó en 2007. Sin embargo, es una de esas cintas que siempre dejas para otro momento, sin saber muy bien por qué, quizá porque sabes que es dura y es mejor esperar al estado anímico más adecuado. Hace unos día, por fin la vi. Es muy dura, sí.

Le scaphandre et le papillon (traducida en algunos paises latinoamericanos como El llanto de la mariposa) está inspirada en la novela homónima de Jean Dominique Bauby, prestigioso redactor jefe de la revista Elle, que sufre una hembolia masiva denominada Locked in Syndrom, que le impide hablar, moverse, comer, respirar sin asistencia. Sin embargo su cerebro es capaz de procesar toda la inforrmación, pero no emitir respuestas. Bauby tan sólo puede pestañear su ojo izquierdo, por este motivo los médicos desarrollan un sistema de lenguaje de comunicación basado en que el  pestañea letra por letra lo que quiere decir.

Julian Snhabel se consolidó con esta película como un creativo intimista y arriesgado, decidido a hacer un cine de calidad alejado de las "masas palomiteras". Esto le valió dos Globos de Oro (a la mejor película extranjera y al Mejor Director), cuatro nominaciones a los Oscars y fue laureada en el Festival de Cannes, en los Premios Bafta y en los César.

La visión subjetiva que nos pone en el lugar del enfermo, (lo que después de los primeros 40 minutos se convierte en una visión forzada y agotadora para el espectador) las ensoñaciones (en las que Bauby recuerda su vida antes del accidente), la música. Todo en La escafandra y la mariposa es esperanzador, duro, triste y alegre. Reconozco que el peor momento es para mí en el que Bauby mantienen una "conversación" telefónica con su anciano padre.

La película cuenta con unas grandes intrepretaciones femeninas (Anne Consigny, Emmanuelle Seigner, Marie-Josée Croze), todas las mujeres que rodean al enfermo: la logopeda, su ex-mujer, la narradora que transcribe su libro. Pero sobre todo el gran Mathiey Amalric en un papel de extrema complejidad al que encarna con maestría.  

Un baño de luz en una cárcel, una historia que se aleja de la eutanasia y la desesperación para acercárse a los bellos recuerdos y al sentido del humor. Esto es de admirar, porque en ningún momento hay pretensiones sentimentalistas. Pero Schnabel no consigue ejecutar un film redondo,  porque el ritmo a veces decae.

Y aún así me ha gustado, por su maravillosa fotografía, por dejar tanto poso en mí, por ser una invitación a vivir la vida, a disfrutar. Schnabel consigue más que emocionar, acongojar. Y eso es difícil y hermoso.