De vez en cuando el cine hondureño, tan humilde y con tantas ganas, nos regala sorpresas como El paletero, que parte de una premisa sencilla (un joven que vende helados viaja en busca de las cenizas de su madre asesinada) para construir una película que destaca notablemente dentro de una industria cinematográfica sin apenas apoyos ni recursos.
Es cierto que a algunas partes le faltan algo de ritmo, pero es un estupendo ejercicio que dignifica el cine hondureño y que marca un punto de inflexión para la cinematografía del país. Porque Michael Bendeck se ha acompañado de un equipo técnico y artístico joven y audaz, que derrocha talento y madurez sin perder la mirada limpia e inocente del que quiere cambiar las cosas. Y aunque no salga del todo perfecto, es digno de aplausos.
Visualmente impecable, probablemente es la mejor película hondureña en cuanto a fotografía, edición, vestuario y efectos especiales que se ha lanzado hasta la fecha. El guion tiene altibajos y los intérpretes no ganarán el Oscar, pero logran hacer un buen trabajo, especialmente el protagonista, Jorge Servellón, que carga sobre sus hombros buena parte del peso, y Polache, estupendo en su papel de villano.
El paletero entraña además pequeños mensajes que ayudan a entender mejor la realidad centroamericana, con sus peculiaridades y sus conflictos, con sus vacas obstaculizando los caminos y las direcciones imposibles para encontrar un lugar, y también con los problemas de agua, de desplazamiento forzoso, de corrupción y de violencia. Y entre tanto cagadal, sobresale siempre el brillo y la humanidad de las personas, de los hondureños y hondureñas.
Me ha gustado, me ha entretenido y me ha hecho reír. Es una película violenta y divertida. Creo que a Quentin Tarantino le gustaría, y eso es ya mucho decir.
Texto: Ismael Cruceta @CajondeHistoria
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