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martes, 6 de noviembre de 2012

BLANCANIEVES, de Pablo Berger


- ¿Quieres que vayamos a ver Blancanieves?
- Sí, vale, perfecto.
- Si no quieres no vamos.
- Sí, quiero.
- En serio, que no hace falta.
- Que sí quiero.

Más o menos esto es lo que ocurrió. Que lo propuse, pero no muy convencido. Blancanieves nunca ha sido uno de mis cuentos favoritos. Y, este año, saturación de brujas y manzanas hemos tenido. Por eso, no lo tenía muy claro. Porque no sabía qué podía haber salido de esta cinta muda, en blanco y negro, cañí. Con flamenco y toros. 

Y lo cierto es que tenía ganas de verla porque todos coinciden en que es una gran película, porque acaparará nominaciones en los Goya y porque es la representante española en los Oscars. Así, que bueno... venga, vayamos al cine. También mola ir a contracorriente y criticar algo que todo el mundo alaba, ¿no? Todo sea porque me gusta la carnaza.

Pero no, no puedo hacerlo. No puedo porque desde el principio esta historia consigue que te metas en el cuento. Y cuenta la historia como nadie la había contado. Así que me rindo. Me rindo a sus pies. A los de Pablo Berger, por conseguir una película tan eficaz. Tan bien contada. 

Porque Blancanieves es un torbellino cinematográfico, que arrasa por donde pasa. Por el sentir, por el lamento, por el quejío. Pero también por la vida, por la inocencia de esa niña a la que dan vida la niña Sofia Oria de niña y Macarena García de más mayor, con la que estuvimos hace unos meses en los Premios Unión de Actores, nominada por su papel en Amar en tiempos revueltos, y derrochó con nosotros simpatía... ¡estaba tan feliz de estar allí! Y ahora, mírala, ahí la tienes, con algo que ni siquiera Maribel Verdú ha conseguido: la Concha de Plata en el prestigioso Festival de San Sebastián. El paso previo al Goya: la ganaron María León (La voz dormida), Nora Navas (Pa negre) o Lola Dueñas (Yo también) el mismo año que recibieron el cabezón.

Pero la Verdú está magistral. Malvada como pocas, intensa y maravillosa como nunca. Porque no hacen falta palabras para implicarme, basta con su interpretación. La protagonista del mes en CAJÓN DE HISTORIAS es como el buen vino y consigue una de las mejores interpretaciones de su carrera.

El resto del reparto (Ángela Molina, Daniel Giménez Cacho, Inma Cuesta, Josep María Pou) ayudan a que este cuento termine con final feliz, como debe de ser. Redondo y completo. Casi perfecto. Por la fotografía, por la fuerza visual  y por la música que juega un papel decisivo y que hacen de esta película  una de las mejores del cine español de los últimos años, y digo más, de todos los tiempos. Mejor que The artist. Más viva.

Así que déjense de historias de maltrato animal, porque en la película no lo van a encontrar, se lo digo yo que amo los animales. En la película lo que hay es arte, el arte y la magia del cine. Si hubiera tenido un pañuelo blanco aquella tarde, lo hubiera sacado para rendirme a los pies del maestro Pablo Berger. ¡Olé!

jueves, 7 de octubre de 2010

LA VIDA POR DELANTE


La obra, basada en La vie devant soi del escritor francés Romain Gary, se abre con el famoso Himno al amor de Edith Piaf. Su forma de cantar, la entrega de la canción hizo empezar esta obra con muy buen pie desde que se apagaron las luces del castizo Teatro La Latina.

La vida por delante, dirigida por el popular y prestigioso José María Pou, nos cuenta la historia de Madame Rosa (Concha Velasco) y de Momo (Rubèn de Eguia). Ella, una anciana judía, antigua prostituta que ha criado a los hijos de las otras prostitutas, "a los hijos de puta", como dicen en la obra. Madame Rosa que sobrevivió a la exterminación judía en Alemania, vive afincada en Francia.

Él, un joven árabe, hijo de una prostituta que falleció a manos de su marido, se ha criado en casa de Madame Rosa. "Un niño demasiado joven para su edad", dicen, para hacernos entender que Momo tiene un leve retraso mental, que sin embargo no le impide entender la vida y comprender aquello que sucede a su alrededor.

Entre ellos se crea un vínculo de amor más allá de las razas, de las religiones. Dos personajes extremadamente histriónicos que rozan lo esperpéntico, perfectamente interpretados y con una carga emocional que va en aumento y explota en los momentos finales. Concha Velasco, gran dama de la interpretación española, lleva su personaje hasta el extremo. Concha Velasco que a sus setenta años sigue manteniendo una enorme fuerza interpretativa. Y el joven y desconocido Rubèn de Eguia da la talla soportando la mitad de la obra sobre sus hombros. Y se crece y hace crecer a Momo en las casi dos horas que dura este montaje teatral.

Una obra íntima, perfectamente delineada, clara en su exposición, aguda en sus comentarios. "Me vine a Francia porque que los franceses eran un poco menos racistas que en el resto de Europa.", dice Madame Rosa, "y fue un francés quién me entregó a la policía y me llevó a Auschwitz". La vida por delante pone de manifiesto temas tan de actualidad como la integración, la multiculturalidad, el respeto por los seres humanos sin importar ni raza ni religión y la eutanasia. Una obra interesante y sobre todo una obra que rezuma inteligencia.