- ¿Quieres que vayamos a ver Blancanieves?
- Sí, vale, perfecto.
- Si no quieres no vamos.
- Sí, quiero.
- En serio, que no hace falta.
- Que sí quiero.
Más o menos esto es lo que ocurrió. Que lo propuse, pero no muy convencido. Blancanieves nunca ha sido uno de mis cuentos favoritos. Y, este año, saturación de brujas y manzanas hemos tenido. Por eso, no lo tenía muy claro. Porque no sabía qué podía haber salido de esta cinta muda, en blanco y negro, cañí. Con flamenco y toros.
Y lo cierto es que tenía ganas de verla porque todos coinciden en que es una gran película, porque acaparará nominaciones en los Goya y porque es la representante española en los Oscars. Así, que bueno... venga, vayamos al cine. También mola ir a contracorriente y criticar algo que todo el mundo alaba, ¿no? Todo sea porque me gusta la carnaza.
Pero no, no puedo hacerlo. No puedo porque desde el principio esta historia consigue que te metas en el cuento. Y cuenta la historia como nadie la había contado. Así que me rindo. Me rindo a sus pies. A los de Pablo Berger, por conseguir una película tan eficaz. Tan bien contada.
Porque Blancanieves es un torbellino cinematográfico, que arrasa por donde pasa. Por el sentir, por el lamento, por el quejío. Pero también por la vida, por la inocencia de esa niña a la que dan vida la niña Sofia Oria de niña y Macarena García de más mayor, con la que estuvimos hace unos meses en los Premios Unión de Actores, nominada por su papel en Amar en tiempos revueltos, y derrochó con nosotros simpatía... ¡estaba tan feliz de estar allí! Y ahora, mírala, ahí la tienes, con algo que ni siquiera Maribel Verdú ha conseguido: la Concha de Plata en el prestigioso Festival de San Sebastián. El paso previo al Goya: la ganaron María León (La voz dormida), Nora Navas (Pa negre) o Lola Dueñas (Yo también) el mismo año que recibieron el cabezón.
Pero la Verdú está magistral. Malvada como pocas, intensa y maravillosa como nunca. Porque no hacen falta palabras para implicarme, basta con su interpretación. La protagonista del mes en CAJÓN DE HISTORIAS es como el buen vino y consigue una de las mejores interpretaciones de su carrera.
El resto del reparto (Ángela Molina, Daniel Giménez Cacho, Inma Cuesta, Josep María Pou) ayudan a que este cuento termine con final feliz, como debe de ser. Redondo y completo. Casi perfecto. Por la fotografía, por la fuerza visual y por la música que juega un papel decisivo y que hacen de esta película una de las mejores del cine español de los últimos años, y digo más, de todos los tiempos. Mejor que The artist. Más viva.
Así que déjense de historias de maltrato animal, porque en la película no lo van a encontrar, se lo digo yo que amo los animales. En la película lo que hay es arte, el arte y la magia del cine. Si hubiera tenido un pañuelo blanco aquella tarde, lo hubiera sacado para rendirme a los pies del maestro Pablo Berger. ¡Olé!
Pero no, no puedo hacerlo. No puedo porque desde el principio esta historia consigue que te metas en el cuento. Y cuenta la historia como nadie la había contado. Así que me rindo. Me rindo a sus pies. A los de Pablo Berger, por conseguir una película tan eficaz. Tan bien contada.
Porque Blancanieves es un torbellino cinematográfico, que arrasa por donde pasa. Por el sentir, por el lamento, por el quejío. Pero también por la vida, por la inocencia de esa niña a la que dan vida la niña Sofia Oria de niña y Macarena García de más mayor, con la que estuvimos hace unos meses en los Premios Unión de Actores, nominada por su papel en Amar en tiempos revueltos, y derrochó con nosotros simpatía... ¡estaba tan feliz de estar allí! Y ahora, mírala, ahí la tienes, con algo que ni siquiera Maribel Verdú ha conseguido: la Concha de Plata en el prestigioso Festival de San Sebastián. El paso previo al Goya: la ganaron María León (La voz dormida), Nora Navas (Pa negre) o Lola Dueñas (Yo también) el mismo año que recibieron el cabezón.
Pero la Verdú está magistral. Malvada como pocas, intensa y maravillosa como nunca. Porque no hacen falta palabras para implicarme, basta con su interpretación. La protagonista del mes en CAJÓN DE HISTORIAS es como el buen vino y consigue una de las mejores interpretaciones de su carrera.
El resto del reparto (Ángela Molina, Daniel Giménez Cacho, Inma Cuesta, Josep María Pou) ayudan a que este cuento termine con final feliz, como debe de ser. Redondo y completo. Casi perfecto. Por la fotografía, por la fuerza visual y por la música que juega un papel decisivo y que hacen de esta película una de las mejores del cine español de los últimos años, y digo más, de todos los tiempos. Mejor que The artist. Más viva.
Así que déjense de historias de maltrato animal, porque en la película no lo van a encontrar, se lo digo yo que amo los animales. En la película lo que hay es arte, el arte y la magia del cine. Si hubiera tenido un pañuelo blanco aquella tarde, lo hubiera sacado para rendirme a los pies del maestro Pablo Berger. ¡Olé!