miércoles, 29 de enero de 2020

Reseña | Lectura fácil, de Cristina Morales


Esta novela, ganadora del Premio Nacional de Narrativa 2019 y del Herralde de Novela 2918, aborda la vida de cuatro mujeres con discapacidad intelectual que viven en un piso tutelado de Barcelona. 

Se trata de una narración que lleva al lector al extremo -es muchas cosas menos una lectura fácil, poniéndole en situaciones límite, al enfrentarlo al tabú que supone la discapacidad en el sistema capitalista -y fundamentalmente fascista-, que la esconde y la oprime, y que le niega derecho a la libertad sexual e incluso a la libertad de movimiento. Pero también aborda la marginación al diferente en un sentido más amplio, la exclusión sistémica a aquel que pertenece a grupos minoritarios: el inmigrante, el homosexual

El libro inicia con una cita de María Galindo, una de las activistas anarcofeministas bolivianas más influyentes en Latinoamérica. Afirmo que la puta es mi madre y que la puta es mi hermana y que la puta soy yo y que todos mis hermanos son maricones.

Desde ahí, Cristina Morales, protagonista del mes en CAJÓN DE HISTORIAS, nos presenta a Nati y sus primas. Nati tiene el síndrome de las compuertas, una enfermedad que desarrolló tras un colapso que desencadenó su discapacidad, y que le obliga a "escupir" todo aquello que se le pasa por la cabeza. Esto hace que alguno de los pasajes sean verdaderamente brutales -y divertidos (siempre me han hecho gracia la falta de filtros y el falso buen comportamiento impuesto por una sociedad cínica e hipócrita). Pero es que yo no follo con españoles, Marga, porque son todos unos fascistas. Joder, Nati, eres más reaccionaria que el copón bendito. 

Su personaje destaca entre el resto de voces de la obra, en la que también tiene un papel relevante Marga, que está escribiendo un libro con su historia a través de whatsapp siguiendo los parámetros de la lectura fácil, que permite la comprensión del texto a cualquier tipo de público. 

El libro tiene altas dosis de contenido sexual y una narración a medio camino entre la novela y el ensayo, en el que Morales hace un alegato anticapitalista, una crítica frontal al sistema neoliberal y a la dictadura de la felicidad, que estigmatiza la tristeza y el llanto. Además, reparte hostias a los machos fachos, a las indepes de la CUP, a Ada Colau, e incluso a los anarquistas. Y pone de manifiesto que, de alguna u otra manera, todos somos hijos de un Estado opresor: el totalitarismo del mercado, que nos tiene muertas en vida echando diez horas de trabajo de camareras o de becarias, soportando explotaciones y vejaciones, robándonos las ganas de vivir, de follar e imponiendo que solo nos relacionemos entre nosotras a través del dinero. 

Una obra compleja, valiente y libre, en la que destaca el amor entre mujeres que no lo tuvieron fácil en una sociedad que las penaliza, en primera instancia, por ser mujeres (y, además, discapacitadas, y alguna de ellas también obesa). Un grito necesario, una llamada de atención, una bofetada.  
   

La frase:
Incluso cuando creemos que nuestra sexualidad va en el sentido contrario al heteropatriarcado, seguimos teniendo grabada a hierro mogollón de basura ideológica que nos traiciona, que nos convierte en autoboicoteadoras de nuestra propia lucha por la libertad sexual.



Texto: Ismael Cruceta @CajondeHistoria

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