Yo maté a mi madre es una película neurótica.
Combina una narrativa cinematográfica visceral con algunos primeros planos cargados de lirismo.
Xavier Dolan, protagonista del mes en CAJÓN DE HISTORIAS, te conecta desde el principio al relato de este adolescente homosexual que se rebela contra una madre paralizada. Y demuestra además unas dotes magníficas para colocar la cámara y para contar historias.
Él, que dirige, produce, escribe y protagoniza esta película, desprende un enorme atractivo como actor, incluso si su voz, sus gritos, pueden llegar a resultar desagradables.
Ella, Anne Dorval, que se convertiría desde esta primera película en una de sus actrices fetiche, de sus chicas Dolan por decirlo al estilo almodovariano (y quizás es que haya algo de Almodóvar en Dolan: la plasticidad y el color, los planos detalle, los personajes rotos y maravillosos) está impecable.
Yo maté a mi madre es una película viva sobre las relaciones maternofiliales, sobre la necesidad de tragarse a la madre.
El nivel de histeria aquí roza la comedia a veces, y se acerca peligrosamente al histrionismo sin caer jamás en él. Y en todo el metraje hay una enorme carga psicológica, pero, entre tanta brutalidad, brilla una completa elegancia.
Y luego está el odio. El de verdad. El odio al diferente, al otro. Al homosexual, a la madre sola. Y escribo esta reseña hoy, un día después de la matanza en una discoteca gay de Orlando, con el corazón encogido.
He estado toda la película buscando amor, todos los destellos de amor que hay en ella. Y al final me he dado cuenta de que Yo maté a mi madre es sencillamente eso: amor incondicional e inevitable.
¡Hola! Es una peli a la que le tengo echado el ojo y veré pronto
ResponderEliminarUn beso
Pues no me suena, vaya. Echaré un ojo con calma, gracias por el descubrimiento
ResponderEliminarBesos