martes, 21 de junio de 2016

Crítica | Los amores imaginarios, de Xavier Dolan


Dos amigos, un chico (el propio Xavier Dolan, director, guionista y protagonista de la película) y una chica (Monia Chokri), se sienten atraídos por la misma persona: un hermoso efebo de rizos rubios recién llegado a Montreal. Las vicisitudes del falso triángulo amoroso constituyen la trama principal de la segunda película del director quebequés, protagonista del mes en CAJÓN DE HISTORIAS

Es precisamente el juego de la ambigüedad sexual entre los protagonistas lo que regala al espectador algunas escenas muy cómicas y eso, sumado a un trabajo interpretativo impecable, especialmente el de Monia Chokri, hacen que la película se disfrute de principio a fin.  

Es cierto que Los amores imaginarios es una película burguesa y recargada, sin la visceralidad de J'ai tué ma mère o Mommy, pero profundamente hermosa, perfecta para disfrutar de un cine bien rodado, de calidad, detallista, que se recrea en el color, en planos detalle y con el buen hacer de un director que sabe dónde colocar la cámara y cómo moverla. 

Es burguesa porque nos presenta sin pudor los problemas superficiales de la clase media-alta canadiense, en la que la vida parece de algodón de azúcar sonrosado donde las cosas bellas y los problemas (resulta que el vestido escogido es más hortera de lo que creía) pasan a ralentí, con una estética pop y canciones de Dalida. A veces es como estar viendo un spot publicitario de un perfume: Xavier Dolan es tan detallista que es capaz de crear una experiencia olfativa a través de las imágenes. 

Tiene partes del guión realmente brillantes: sobre el amor y las relaciones amorosas, sobre sentimientos que intoxican y sobre falsas necesidades que nos imponemos nosotros mismos. Pero al final, entre tanto color y tanta apariencia, de lo que realmente trata Los amores imaginarios, es de la amistad. De la verdadera amistad. 


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