Como polvo en el viento, de Leonardo Padura
Casi todo el mes de enero me ha llevado este novelón sobre la diáspora cubana y la vida que nos dispersa y nos va dejando marcas. Leonardo Padura es un narrador sobrio y preciso, que hace simple lo complejo. Una novela coral con personajes bien perfilados y pasajes capaces de despertar la nostalgia de algo que ya no existe más, o incluso puede que nunca lo hiciera. Recomendable.
La octava vida (para Brilka), de Nino Haratischwili
Justo antes de mi viaje a Georgia, hace un año, leí esta novela que es un recorrido por la historia del país durante el siglo XX, desde la Revolución Rusa hasta la actualidad. Larga (1000 páginas), es una novela precisa y aséptica, pero falta de emoción en algunas partes. Entre todos los personajes de una misma familia, al final destacan levemente Kitty, Kostia, Niza y Stasia. Un proyecto ambicioso, con pasajes realmente memorables.
Luna de lobos, de Julio Llamazares
Con ese lirismo precioso que es capaz de dotar a sus narraciones más crudas, Julio Llamazares narra la historia de unos maquis que permanecieron ocultos durante años en los montes asturianos durante la postguerra española. Una novela dura como pocas, hermosa y triste a partes iguales. Un ejercicio narrativo mayúsculo.
Las lealtades, de Delphine de Vigan
Delphine de Vigan convierte en protagonistas de esta novela a dos adolescentes de apenas 12 años que encuentran en el alcohol una manera de evadirse de la fealdad de su contexto: un padre con depresión profunda, una madre llena de odio que carga de responsabilidades a un niño. La escritora francesa se atreve a profundizar en un tema tabú y lo hace con una valentía que acongoja. Es tremenda.
Tengo que estrenarme de una vez con Delphine de Vigan. Y no me importaría hacerlo con esta novela. Duro tema el que toca. El de Llamazares también me tienta.
ResponderEliminarBesotes!!