CASTILLOS DE CARTÓN, de Almudena Grandes

 

María José Sánchez trabaja de tasadora de arte en una casa madrileña de subastas. Un día recibe la llamada de un antiguo compañero y amante, Jaime González, anunciándole que su común amigo, Marcos Molina Schulz, se ha suicidado. La noticia no sólo devuelve a la narradora a su época de estudiante de Bellas Artes, cuando todavía soñaba con ser pintora, sino que le hace revivir la torrencial historia de amor que vivieron los tres cuando ella apenas tenía veinte años. Con la amarga emoción de lo que se siente irrecuperable, María José reconstruye los detalles de aquella pasión triangular, imposible y excesiva, la alegría desbordante con que exploraron el sexo, la intimidad sin tapujos recién estrenada, la entrega cómplice y excluyente a la pintura. Fueron destellos de una felicidad intensa, verdadera.

La obra más breve de la Protagonista del mes, Almudena Grandes, es una historia a tres. Es la historia de una mujer con nombre de hombre, Jose, y de dos hombres muy opuestos entre ellos: Jaime, más masculino y rudo, y Marcos, más delicado y bohemio. Y de una historia de amor y pasión triangular que nos lleva al Madrid de los ochenta en el que todo era demasiado eléctrico, un Madrid maravilloso lleno de luces de colores que iba hacia delante. Una historia de amor entregada a la pintura que los tres tanto aman.

 

Fue la primera novela que leí de Almudena Grandes. Está claro que no es Malena es un nombre de tango, ni Las edades de Lulú, ni El corazón helado, no tiene el peso literario de las tres que cito, pero consigue resumir en tan pocas páginas el amor a tres bandas con una intensidad impresionante. Y como ocurre en La regla de tres de Antonio Gala, Castillos de cartón nos demuestra que quizá sea posible amar y recibir amor entre tres, a pesar de la complejidad y con toda la intensidad que eso supone, entrar en un juego peligroso de amor pleno. O quizá no sea posible ese amor elevado al cubo. Creo que debe descubrirlo cada lector.

 

Maravilloso el personaje femenino, genial los masculinos también, tan diferentes, tan bien dibujados en tan pocas líneas. Recomendable por intensa, por erótica y por breve.

 

«Estábamos en 1984 y teníamos veinte años, Madrid tenía veinte años, España tenía veinte años y todo estaba en su sitio, un pasado oscuro, un presente luminoso, y la flecha que señalaba en la dirección correcta hacia lo que entonces creíamos que sería el futuro. Aquél fue nuestro riesgo, y nuestro privilegio.»