ÁGORA, de Alejandro Amenábar

La quinta película de Amenábar, Ágora, es hasta la fecha la película más cara del cine español. Un derroche de dinero que ha dado como resultado una película visualmente grandiosa y bella.

Poco puedo decir del argumento, Amenábar es ya el director más comercial dentro de nuestras fronteras y tan sólo en sus tres primeros días en cartel recaudó más de 7 millones de euros, convirtiéndose así en la película española más taquillera del año. Con lo cual, seguramente muchos la habréis visto ya, y todos habréis oído hablar del argumento: la historia de Hypatia, protagonista absoluta, una mujer que se esforzó por salvar la sabiduría del Mundo Antiguo durante las luchas religiosas que tuvieron lugar en Alejandría en el siglo IV.

Lo cierto es que pensaba que no me gustaría demasiado el film, quizá porque nos lo vendieron como una superproducción bélica al estilo Gladiator o Troya. Pero lo que el espectador va a encontrar es una película de autor disfrazada de superproducción, con la controversia que esto supone. Claro que ¿cómo iba el niño mimado del cine español a rodar una superproducción? Amenábar hace lo que quiere y demuestra que incluso con tantísimo dinero no se "vende" al cine barato (barato en el sentido artístico, entiéndaseme). El resultado es, por tanto, una película inteligente, su película más inteligente hasta la fecha, diría yo. Y me ha gustado, por eso le pongo tres estrellas. Eso sí, el esfuerzo sesudo que ha hecho tiene su contra: Ágora es también su película más desnuda de sentimientos, carece absolutamente de cualquier vestigio de amor -fracasan los personajes masculinos enamorados de Hypatia-.

Una película que evidencia lo ignorante y basto que puede llegar a ser el ser humano; la inteligencia y elocuencia que poseía Hypatia, de amargo final; y la sinrazón de la religión, algo que no sentará bien en un país de cultura y tradición religiosa tan arraigada como el nuestro -al menos hasta hace una generación o dos era así.

Amenábar, nuestro sabio director, bien podría ser la Hypatia del siglo XXI, aunque sin su amargo final, claro está. ¿Se llevará otra vez el Goya al Mejor Director? Espero que no.

Lo mejor de la película (además de la inteligencia mencionada y la perfección visual) es la interpretación de Rachel Weisz, contenida y sabia, y con tanta pasión en su mirada que pensaba que el cualquier momento se desbordarían sus emociones, algo que no ocurre porque hubiera "humanizado" en demasía el film. Una actriz por la que siento devoción, por su belleza pura y su fragilidad, y por todo lo que transmite sin bótox ni artificios.

Vayan al cine, si no lo han hecho aún, que al fin y al cabo se trata de una película "española", y hay que apoyar nuestras producciones...