
Volver a Marguerite Duras es volver a sentir el eco de las palabras dentro del cuerpo.
Esta reseña se atasca en la garganta, se escapa por los ojos en forma de agua sin saber muy bien por qué. La tristeza, que uno no sabe de donde viene, se queda aguerrida en las entrañas por ese personaje triste y hermoso de Anne Desbaresdes.
Decía el magnífico prólogo de Cristina Peri Rossi que esta es la historia de una fascinación. Y no podía...